09 noviembre 2010

Poesía/Poema Colectivo: Números

Poema Colectivo: NÚMEROS

Víctor Redondo nos ofrece en esta edición de La Tecl@ Eñe, algo poco practicado en estas tierras: Se trata de un poema anónimo colectivo (o colectivamente anónimo). Está referido a –o provocado por–, los sucesos argentinos de 2001-2002, y el disparador fue un titular del diario Clarín, de Buenos Aires, que decía: “19 Millones de Argentinos Son Pobres”. Redondo nos acerca al proceso de creación del poema, y anuncia: "Como algún detalle me contaron, les puedo informar que el colectivo estuvo formado por dos argentinos en Buenos Aires, un uruguayo en Montevideo, un argentino en Río de Janeiro, y tres argentinos en España (hombre en Madrid, mujer en Catalunya, mujer en Mallorca). Es decir, fue escrito por siete escritores. Como es obvio, no se sabe qué parte corresponde a quién. Fue escrito durante agosto de 2002"
Hasta hoy, este poema es inédito.

(para La Tecl@ Eñe)
Ilustración: Jorge de la Vega
NÚMEROS


Un hombre. Una mujer. Un niño. Una casa. Dos hombres. Dos mujeres. Ocho niños. Un cuarto miserable. La loca de los catorce perros. Los diez locos de los ciento cuarenta perros. Los perros dando calor a los cincuenta chicos y a los ocho viejos. Tres hombres. Tres chicos. Dos nenas. Un aula de primaria con treinta chicos. Una barra de esquina de barrio de catorce muchachos y siete muchachas. Otras tres mujeres. Dos hombres. Otros dos hombres. Doscientas mujeres y ciento setenta hombres. Los ciento cinco chicos que salen corriendo de la escuela de acá a la vuelta. Setecientos chicos que llenan un colegio. Trescientos comedores escolares. Dos mil hambrientos. Dos millones de hambrientos. Cuatro millones de ojos sin ver la saciedad. El pasaje completo del microómnibus que está pasando: veintidós hombres, veintinueve mujeres. Dos nenas. Un cine colmado: doscientos setenta hombres, trescientas doce mujeres. Otro cine colmado: ciento setenta y cinco chicos, doscientas veinte chicas. Un recital de Gilda: mil, dos mil, tres mil personas. Quince mil personas. Un estadio de futbol a tope: cuarenta mil, cincuenta mil, sesenta mil personas. Dos estadios. Tres estadios. Cuatro estadios. Cinco Bomboneras repletas. Cuatrocientos Luna Parks de localidades agotadas. Un vagón de subterráneo: ochenta personas. Diez vagones: ochocientas personas. Cien vagones: ocho mil personas. Mil vagones de subterráneo: ochenta mil personas. Diez mil vagones de tren: ochocientas mil personas. Cinco millones de libros sin leer. Dos millones de violines sin tocar. Cincuenta mil kilómetros hechos a pie. Diez millones de casas sin construir. Treinta personas viendo un partido de futbol en la vidriera de un negocio, cincuenta mil en las tribunas. Trescientas personas y quinientas mil personas. Todos los colegios llenos de chicos en silencio o a los gritos: ochenta mil chicos. Ochenta mil personas. Otras ochenta mil personas. De nuevo ochenta mil personas. Siete mil vagones de tren: quinientas sesenta mil personas. Otro recital de Damas Gratis: siete mil personas. Baremboin en el Colón: tres mil personas. Cien Baremboin a sala llena: trescientas mil personas. Mil recitales de música cuartetera: tres millones de personas. Otros tres millones de personas. Y tres millones más. La población de Uruguay, cinco veces: quince millones de personas. Diez Bomboneras y diez Monumentales: un millón cuatrocientas mil personas. Y diez más y diez más: cuatro millones doscientas mil personas. Ochenta mil personas. Y ochenta mil mujeres. Ochenta mil hombres. Siete mil niños y ocho mil niñas. Siete mil niños y ocho mil niñas. Dos millones de abuelos. Tres abuelos. Dos abuelas. Un millón de nietos. Otro millón de nietas. Siete millones de pulóveres destejidos y vueltos a tejer. Las mil vidas de los doscientos cincuenta pantalones. Un vagón repleto, dos vagones repletos, tres vagones repletos, trescientos vagones repletos. Siete mil vagones repletos. Diecinueve mil vagones repletos. Treinta y dos mil vagones repletos. Ochenta mil vagones repletos. Ciento dos mil vagones repletos. Doscientos treinta y siete mil vagones repletos. Una mujer. Mi tía, mi abuela, mi hermana. Mi tío, mi abuelo, mi hermano. Todos mis tíos y todos mis hermanos. Los sobrinos de los sobrinos de los sobrinos. Los amigos de los amigos de las amigas de las amigas. Todos en la casa, en el pueblo, en la ruta, en la calle. Otro millón de personas. Dos personas. Doscientas personas. Tu abuela, mi prima, su abuelo. Tres personas. Cuarenta mil personas. Setecientas personas. Tres mil personas. Mil personas. Ciento siete mil ciento ochenta y cinco personas. Mi amigo, mi compañero de banco, de trabajo, de fila de espera. Todos los amigos de todos mis amigos y todos los amigos de todas tus amigas. Un niño. Un barrio de niños. Diez barrios de niños. Doce mil barrios de niños. Una niña. Diecinueve millones de argentinos son pobres.

Diecisiete millones novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve es un niño. Diecisiete millones novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y ocho, también. El niño cero-cero cero-cero-cero cero-cero-cero uno soy yo. Vos. Tu hijo. Te aviso: tu hijo tiene NBI, tiene Necesidades Básicas Insatisfechas. Tiene NBI, te dije. Tu hijo. El mío. Le paso NBI. Estaba esperando, como vos, que se encendiera la luz para cruzar. Tu hijo. El mío. Tiene necesidad de Rimbaud (insatisfecha). Necesidad de Baudelaire (insatisfecha). Le falta Emily Dickinson. Todos los Whitman. No tiene una rosa blanca de pan en el ojal. No tiene los versos que cualquier niño necesita. Detrás del número hay otro número. Y otro. La estadística es una ciencia de hombres de negocios. Niegan el ocio, niegan a tu niño (el mío). Gilda es un negocio (mil, dos, tres mil personas). Baremboim es un negocio. Tu amigo, el compañero de banco, de trabajo, de fila de espera es un negocio. Un niño es un negocio. Diecinueve millones de argentinos pobres son un negocio.

Donde la cifra esconde al unigénito / a cada uno que está allí y allí suspira / y desensilla y muere / uno a uno y a puñados como la cifra de dólares / como la cuenta en euros / como el número que falta para cercar al niño / al cerrajero a la madre del cerrajero / al que pudo y vio y habló / y al que esperó que alguien abriera la puerta y volvió a golpear / y nadie abrió ni consoló / kyrie eleisón miserere / y la cifra se agiganta como un deber escolar / perdona nuestros pecados /¿cuáles pecados? / los pecados de la práctica amanuense / de la escudilla ruinosa / del mar de vientres / y el aguinaldo de los huérfanos /¿quién lo paga? / y el consuelo es el cerrado efectivo de los prestamistas / el cash del empréstito / el vuelo que funge y finge de piedad / y la gran barca y la gran barca de Enoc / que ya no arrebata a los justos / ya no hay espacio para los justos / para el cerrajero para la madre del cerrajero / para el ejercicio automático de la suma / kyrie eleisón miserere /¿qué pecados? / diecinueve millones en la otra orilla / Caronte, vive dios / Caronte en un transporte que suma y sigue / un óbolo de 19 millones

Diecinueve millones de argentinos pobres. Cincuenta y tres por ciento (aproximadamente) del total de argentinos. Son pobres los que tienen ingresos inferiores a ciento cincuenta dólares (aproximadamente). Los que reciben más de ciento noventa y dos ya no son pobres. No tienen NBI. Entonces: ¿hay diecisiete millones de argentinos satisfechos? ¿Un cuarenta y siete por ciento no tiene necesidades apremiantes de comida, de calor, de poesía, de misterio?

El número, dijo Pitágoras, enseña todo. Y enseña a hacerlo bien. El podía escribir el número de los granos de arena que llenarían la esfera de las estrellas fijas. El número habla. El uno es el hombre, el yang, el creador. El dos es la mujer, el ying, la intuición, el canal. El tres es el hijo, el arte, la obra, la criatura. El cuatro es la casa, el resguardo, el orden en el caos. Y así hasta el infinito. No hay que comprender la cábala para acceder a ese saber. Es evidencia pura y lo sentimos desde cualquiera de los planos de la experiencia humana. El diecinueve (volvamos a lo nuestro) es el amor, el sol. Pero, admitámoslo, diecinueve millones de insatisfechos no parecen, a simple vista, una estrella ígnea y amorosa. No hay sol para ellos. No hay amor, ni piedad, ni fantasía. El INDEC debe estar equivocado. Son más. Son muchos más de diecinueve millones de pobres.

Pero además del número hay la especie. ¿Diecinueve millones de qué? Un organismo simple está integrado por bastante más de diecinueve millones de átomos. En un año trascurren ocho millones setecientos ochenta y cuatro mil segundos. En veintiocho meses, se consumen diecinueve millones de segundos. Diecinueve millones de moscas no alcanzan para ensuciar los platos de una comida de los ricos. ¿Diecinueve millones de qué? De hombres, de mujeres, de niños, de niñas, de ancianos, de ancianas, de jóvenes, de adultos, de alumnos, de maestros, de obreros, de empleadas, de padres, de hijos, de hermanos, de sobrinos, de tíos, de amigos, de vecinos, de seres irrepetibles que se cuentan de a uno, siempre de a uno, a menos que hayamos perdido la conciencia humana.

Sabemos que no son diecinueve millones. Sabemos que son más. Son muchos más. Más casas, más vagones, más estadios, más recitales bailanteros, más barrios, más ciudades, más países. Y todos contados de uno en uno. Aceptemos, sin embargo, el número que mienten los dueños de la usura. Diecinueve millones. Diecinueve millones de personas. Son muchas más, pero, por un momento, trabajemos con la hipótesis falsa. ¿Qué podemos hacer con tanta gente? Una posibilidad sería exterminarlos. Si dejan de vivir, ya no tendrían NBI. Los muertos no tienen necesidades insatisfechas. Hay quienes, no lo dudes, están considerando ese camino. Diecinueve millones de pobres (aunque sabemos que son más, son muchos más) son un problema. No sólo para ellos mismos (para nosotros mismos) sino también para los usureros. Algo habrá que hacer con tantos hombres, mujeres, niños.

La otra alternativa sería decir basta. Un basta. Dos bastas. Tres bastas. Cien bastas. Tres mil bastas. Quinientos mil bastas. Tres millones de bastas. Diecinueve millones de bastas. Tantos bastas como sean necesarios para encontrar el equilibrio: de cada uno según sus posibilidades y a cada uno según sus necesidades.

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