01 septiembre 2011

Cultura y Sociedad/Reflexiones-La Red/Sebastián Olaso

La red

¿Hay una diferencia entre lo individual y lo social cuando una parte de la sociedad se maneja por la vida sin tener en cuenta al otro? ¿Qué sociedad ayuda a construir el que no piensa en la sociedad? Y como contrapartida: ¿Qué espacio individual crea el que entiendo que todo lo que hace tiene su consecuencia en la sociedad?

Por Sebastián Olaso*
(para La Tecl@ Eñe)



El 1º de julio de 1974, en plena clase de mi primer grado de la escuela primaria, desde el aula se escucharon corridas en los pasillos. Fue todo muy rápido. Con una agitación que me asustó, la secretaria de la escuela finalmente abrió la puerta de mi aula y le gritó a mi maestra: ¡Elina, Elina, falleció Perón, falleció Perón! La señorita Elina nos pidió que nos quedáramos quietos y salió corriendo detrás de la secretaria. Los chicos de primer grado estábamos en un problema: no conocíamos la palabra falleció. Entre todas nuestras voces infantiles de desconcierto, se alzó solamente una, la de una chica, que dijo con autoridad: Facheció quiere decir que se murió. Así, intercambiando la ll por una ch. No le creímos. Nos pareció que nuestra compañera estaba hablando por hablar. Al rato volvió la señorita Elina, nos confirmó que falleció quiere decir se murió, y nos dijo que se había decidido que volviéramos a casa antes de hora.
Durante mucho tiempo esta escena quedó en mi percepción como parte del pasado. Durante mucho tiempo, también, esta escena marcaba el aprendizaje de una palabra nueva. Y nada más.
Fue en 1982, después de la Guerra de Malvinas, cuando la noción de pasado se me hizo más compleja. Porque comencé a comprender, de un modo muy rudimentario, que hay cosas que no son neutras, que siguen tiñendo los hechos posteriores aunque insistamos en que se trata del pasado. El pasado es una de las cosas más reales que tenemos. Y a la vez, una de las más variables. Tomar conciencia de que estábamos saliendo de una dictadura hizo que mi percepción de la dictadura fuera diferente. Me modificó el pasado: Aquel helicóptero que estacionó una mañana de 1978 en la canchita de rugby frente a la escuela. Aquellas maestras que nos dijeron que fuéramos a mirar. Aquel señor uniformado que se bajó del helicóptero, nos dio un beso a cada uno y nos dijo que estuviéramos tranquilos porque en el país había gente como él que nos cuidaba. Aquella queja de mis (y algunos otros) padres frente a las autoridades de la escuela por llevar a los chicos a la canchita de rugby. Todos estos recuerdos pasaron a ser otra cosa. El pasado ya no era el mismo. Cuando tiempo después entendí que las Abuelas de Plaza de Mayo no eran las madres de las Madres de Plaza de Mayo, sino que tenían una lucha diferente con el mismo origen, comencé a comprender que la dictadura había terminado en el aspecto formal, pero que ese pasado estaba condicionando el presente. El presente, escribí, y ya no estoy tan seguro de haber dado con la palabra correcta.
El presente es una entidad escurridiza, una entidad de la que resulta casi imposible determinar los límites. ¿El presente es ya mismo, es también dentro de quince minutos, es también hace una hora? La respuesta depende de tantos factores, tan diferentes entre sí, tan subjetivos a veces, que nos enredamos en nuestra propia visión. En términos individuales, para muchos, el presente coincide con la situación personal, con el trabajo, la pareja, el lugar donde se vive, los amigos que se frecuenta; un presente que dura años, décadas. En términos sociales, el presente puede tener que ver con enfoques y decisiones políticas, con el grado bienestar o malestar que excede el ámbito de la intimidad. Pero la diferencia entre individualidad y sociedad también tiene zonas grises muy amplias. Basta con mirar a nuestro alrededor. Lo social y lo individual, ¿están escindidos siempre, a veces o nunca?
¿Hay una diferencia entre lo individual y lo social cuando una parte de la sociedad se maneja por la vida sin tener en cuenta al otro? ¿Qué sociedad ayuda a construir el que no piensa en la sociedad? Y como contrapartida: ¿Qué espacio individual crea el que entiendo que todo lo que hace tiene su consecuencia en la sociedad?
Entonces, el pasado, el presente, lo individual y lo social tienen en común estas preguntas. Forman un entretejido difícil de analizar. Y es que, quizás, en la mayoría de los casos, las zonas grises dominen la trama.

Y esto se ve bastante claramente en las religiones. Cuando las religiones hablan sobre el origen, lo que le importa al creyente no es tanto ese de dónde venimos, sino el hacia dónde vamos o el qué sentido tiene que estemos acá. Que les hablen del pasado no los ayuda tanto a estar tranquilos. El Génesis bíblico no ayuda tanto a los creyentes por revelar un origen. Los ayuda a ubicarse en perspectiva hacia adelante, a estar tranquilos acerca de cuál será su destino. La meditación zen, ya sabemos, no busca la armonía interior en sí, por sí y para sí, sino que entiende que la armonía hacia adentro se derrama hacia el universo.
Sin embargo, no importa cuánto digamos. Las ideas de presente, pasado, futuro, individualidad y sociedad están en nuestro discurso y creemos entenderlas. Aunque la Argentina de 2011 muestre que es lo que es porque fue lo que fue en cada momento anterior, muchos seguirán creyendo en la caducidad del pasado.
Aunque seamos la suma de las personas que nos concibieron, nos acompañaron, nos decepcionaron, la suma de nuestros propios errores y aciertos; aunque lo que nunca conozcamos, las personas que nunca conozcamos, los lugares que jamás visitaremos, las preguntas que jamás nos hagamos también sumen para que seamos lo que somos, muchos seguirá creyendo que el espacio individual está escindido del afuera.
Es probable que yo nunca me encuentre a mí mismo. Es probable que por momentos ni siquiera me busque. Pero sé que estoy lleno de inscripciones que me modelan de algún modo. Si crecer en una dictadura me ha dejado una inscripción, esa inscripción jugará algún papel en mis momentos de soledad. Y también sé que si algún día paseo por las calles de Bangkok o de Managua tendré inscripciones nuevas; por lo tanto, no tener esas inscripciones no es neutral. Somos (en presente) la suma de lo que absorbimos, de lo que no absorbimos todavía y de lo que nunca absorberemos. Somos esa suma aquí y ahora, en la calle y en la cama. Y mañana, el año que viene, dentro de veinte segundos, la cifra cambiará.



* Escritor y poeta

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