02 septiembre 2011

Política y Sociedad/La etapa superior del Kirchnerismo/Por Hernán Brienza

Octubre y la profundización del modelo

La etapa superior del kirchnerismo

Las preguntas más importantes para hacer respecto del proceso que se abre en la Argentina después de la posible victoria de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner modelan la forma de pensarse a sí mismo y al propio sujeto político colectivo. ¿Se producirá en 2011 la llegada de una etapa superior del kirchnerismo? Y ¿En qué consiste la tan mentada profundización del modelo? De cómo se respondan estas cuestiones, dependerá la mirada que se tenga sobre el próximo período.

Por Hernán Brienza*
(para La Tecl@ Eñe)


Ilustración: Aníbal Cedrón, Tomografía

Es sutil, imperceptible, quizás, pero en los primeros meses el 2011 la presidenta ha cambiado de paradigma en la forma de relacionarse con la sociedad y con la oposición. Cristina Fernández se ha colocado en otro lugar, un escalón en el cual no parecen desestabilizarla las campañas periodísticas, los ataques de la oposición, la maledicencia. Parece haber renunciado a cierto estilo confrontativo y decidido colocarse en un lugar de sobria argumentación para responder los agravios, que en algunos casos son, francamente, incomprensiblemente impiadosos. Contrariamente a lo que pensaron muchos, los primeros imeros meses el 2011, dependerarse a s Ferne en la Argentina despumeses no fueron de crispación o enfrentamiento.
Las preguntas más importantes para hacer respecto del proceso que se abre en la Argentina después de la posible victoria de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner modelan, de alguna manera, la forma de pensarse a sí mismo y al propio sujeto político colectivo. ¿Se producirá en 2011 la llegada de una etapa superior del kirchnerismo? Y ¿En qué consiste la tan mentada profundización del modelo? De cómo se respondan estas cuestiones, dependerá la mirada que se tenga sobre el próximo período. En mi opinión personal, considero que desde el inicio de las sesiones legislativas del 1 de marzo de 2011 hay una nueva etapa del proceso que comenzó hace casi ocho años. Se trata de una transformación muy sutil, es cierto, pero que vale la pena prestarle atención: La próxima etapa de la política nacional estará marcada por la institucionalización del proceso nacional y popular que se producirá a través de la hegemonía cultural y valorativa.
Me gustaría seguir desmadejando el concepto de “profundización del modelo nacional y popular”, un proceso que consta de dos aspectos diferentes: “el cuantitativo y el cualitativo. El primero está relacionado con la mejora de la distribución de la riqueza, el achicamiento de la brecha y la desigualdad social, la transferencia de recursos de un sector a otro de la producción –del campo a la industria o del sistema financiero a la tecnología de punta–, de los índices de desocupación, de ingreso, etcétera. El segundo está relacionado con aspectos que tienen que ver con cuestiones filosóficas e ideológicas, si se quiere: la dignidad de los trabajadores, el rol del Estado, los límites de la intervención en la economía, las formas de la hegemonía del frente nacional y popular, la circulación del poder de decisión”.
La institucionalización requiere de un aumento de la racionalización burocrática, política y administrativa, y de un creciente profesionalismo político por parte de los militantes y los cuadros políticos que lleven adelante el proceso de profundización y transformación. Es por eso que el famoso trasvasamiento generacional exige a los jóvenes que ocupen espacios políticos, estudio, autoperfeccionamiento y una concepción política e ideológica capaz de revisar las tradiciones culturales que atraviesan nuestra historia. Es decir, la profundización se realizará con pasión militante pero también con perfeccionamiento individual y colectivo.
Se podrá decir que, durante el 2011, la presidenta ha elegido una estrategia defensiva que suplantara a la confrontación y que consistió en minimizar el posible daño que podían generar las jugadas. Pero si uno la escuchaba atentamente podía darse cuenta de que había otras palabras, otros gestos, otras señales en los discursos y las apariciones públicas presidenciales. La maduración de ese nuevo perfil, quizás, se haya hecho patente por primera vez en el discurso que dio a los jóvenes en el Estadio de Huracán el 11 de marzo. Pero se repite constantemente: como en una letanía, Cristina Fernández habla constantemente de “unidad”, de “comprensión”, de “pluralidad”, y pronuncia esas palabras para propios y para ajenos. Incluso en uno de sus discursos anunció que ella era “la presidenta de la unidad de los argentinos”. Sutilmente. En forma apenas perceptible, por ahora. Se ha propuesto una gran misión: la unidad nacional. Unir para liberar, era la consigna de aquella época. Se me ocurre que el desafío de esta época es unir para consolidar un modelo, unir para colocar a la Argentina definitivamente lejos del país que comenzó en 1976 y concluyó en 2003.
El movimiento nacional y popular se consolidará no sólo en términos electorales, sino fundamentalmente históricos –hegemónicos– si tiene la posibilidad de “hacer felices” a los argentinos pero, al mismo tiempo, lograr una estructura de cuadros y militantes que sean mejores que el resto. Si se produce finalmente esa transformación, el peronismo kirchnerista entrará en la etapa superior de su propia existencia.

*Hernán Brienza es licenciado en Ciencia Política y periodista. Actualmente es columnista político del diario Tiempo Argentino, conduce el programa Primera Mirada, por Radio América, y es columnista de historia y cultura en el programa Una Vuelta Nacional, conducido por Héctor Larrea, que se emite por Radio Nacional, y acompaña a Julia Mengolini en Los que se vienen.

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