Analizando las masivas manifestaciones ocurridas en el hermano pueblo chileno se habla ya de los jóvenes indignados de Chile, quienes marchan por las calles de Santiago y de otras ciudades en reclamo de una educación pública incluyente y de calidad. De este lado de la cordillera, nuestros jóvenes pueden estudiar en universidades argentinas gratuitas y cuyos contenidos son de una notable excelencia.
Por Ronaldo Wright*
(para La Tecl@ Eñe)
En el anterior número de La Tecl@ Eñe hicimos mención al movimiento de jóvenes indignados europeos, cuyo epicentro se situó en Madrid —acontecimiento que rápidamente se expandió hacia varios puntos de este planeta globalizado— y destacamos la particular situación de la juventud de nuestro país, posicionada hoy en lo que creemos un lugar y un tiempo mejor. Esta diferencia en favor de nuestros adolescentes puede también visualizarse con bastante claridad, si se analizan las masivas manifestaciones ocurridas en el hermano pueblo chileno en reclamo de cambios en la educación pública. En la actualidad ya se habla de los jóvenes indignados de Chile, quienes marchan mancomunadamente por las calles de Santiago y de otras ciudades en reclamo de una educación pública incluyente y de calidad. De este lado de la cordillera, nuestros pibes afortunadamente pueden estudiar en universidades argentinas gratuitas y cuyos contenidos son de una notable excelencia, por lo que no es casual que cada vez más algunos jóvenes chilenos decidan cruzar la frontera en procura de capacitarse en estas tierras.
A partir de mediados de año los estudiantes secundarios chilenos comenzaron a tomar colegios, ocupando pocas semanas después cientos de establecimientos. Exigen una educación que les permita formarse no sólo como profesionales, sino también como ciudadanos con pensamiento crítico para enfrentar las innumerables contingencias de un futuro cada vez más incierto. Ante las insuficientes propuestas presentadas por el gobierno de Chile, las mismas fueron rechazadas y se iniciaron las marchas masivas reclamando a las autoridades reformas educativas serias: a saber, una educación como derecho social brindado con gratuidad, equidad y calidad. Otro modo de protesta consistió en huelgas de hambre adentro de los colegios, donde los adolescentes abrieron sus puertas a la prensa mientras resistían el intento de desalojo de los carabineros. Los pibes tienen claro que el Estado chileno debe garantizar el sistema educativo —considerado uno de los más excluyentes y desiguales del mundo— como un verdadero derecho social, asumiendo el deber de proporcionarlo gratuitamente y no en tanto bien de mercado.
El estudiantazo chileno denuncia con razón el progresivo deterioro de la educación pública, dentro de un sistema que favorece la enseñanza privada convertida muchas veces en una mercancía. Los adolescentes sostienen que la educación no debe seguir segregándolos y entienden que para evitarlo debe dejar de ser un objeto de lujo y del lucro de unos pocos en perjuicio de otros. Tiene que dejar de ser un negocio cuya rentabilidad sea regulada por el mezquino hipermercado de estos tiempos posmodernos, máxime si consideramos la declaración del presidente de Chile al calificar a la educación en Chile como un bien de consumo. Además, Sebastián Piñera echó mano a un decreto del año 1983 establecido por el dictador Pinochet Ugarte para reprimir la movilización de los alumnos secundarios y universitarios, a quienes se sumaron los docentes además de recibir el mayoritario respaldo de la población. La furia de los carabineros, que cargó contra los miles de manifestantes, dejó un saldo de más de ochocientos detenidos —entre ellos muchos menores de doce años de edad— y un centenar de heridos.
Tamaña represión está teniendo un evidente costo internacional. Es así que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA expresó su preocupación al gobierno chileno por el uso desproporcionado de la fuerza contra las protestas estudiantiles. También el Fondo de la Organización de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), se manifestó en contra de la represión llevada a cabo por los carabineros. La crisis del capitalismo especulativo trasandino parece haber dañado sensiblemente el espejismo de una globalidad conformada a imagen de la democracia neoliberal. También en nuestra provincia de Mendoza, varias columnas de jóvenes marcharon con banderas y pancartas solidarizándose con los indignados chilenos; en tanto que otro grupo local participó en un congreso latinoamericano realizado en la República Oriental del Uruguay. Para algunos observadores, este conflicto está evidenciando el fuerte desgaste que padece la democracia en Chile en manos de un gobierno elitista y de derecha; mientras que para otros significa el despertar de unos vientos libertarios que estaban algo adormecidos.
Cabe agregar que son muchos los escritores e intelectuales latinoamericanos que se han sumado a estas demandas por una educación de excelencia y de vocación igualitaria. Una declaración titulada “En defensa de la vida de los estudiantes chilenos y la educación pública” fue suscripta por varias personalidades, entre las que se encuentran los escritores mexicanos Juan Villoro y Elena Poniatowska, además del intelectual norteamericano Noam Chomsky. Dicen que los estudiantes los llaman hoy a formar parte de este movimiento nacional y ellos quieren adherir a sus peticiones, dando la batalla con la juventud de todas las maneras que sean posibles. Por su parte, Eduardo Galeano también apoyó las reclamaciones estudiantiles, enviándoles un abrazo de muchos brazos a los jóvenes valientes que nos están dando a todos una lección de dignidad democrática desde las calles de Chile. Demuestran que otro país es posible, además de estar dándonos una verdadera lección de dignidad. Subraya que esta protesta enseña y textualmente les dice: “gracias mil y suertudas suertes en tan hermosa aventura”. Todo un respaldo, ¿no?
La escritora Isabel Allende piensa que la crisis política y social que azota al país tiene su origen en la vergonzosa desigualdad existente, ya que si bien Chile posee un elevado ingreso per cápita, la distribución de la riqueza es pésima. Agrega que para superar la crisis estudiantil es necesaria una profunda reforma educativa con serios cambios estructurales. Casi una respuesta al presidente trasandino quien, al referirse a la educación, quiso adoctrinar a los jóvenes manifestando que nada es gratis en la vida. Pero no solamente es la juventud chilena la que está indignada. La movilización llegó a superar las ciento cincuenta mil personas y el pasado 21 de agosto se realizó un Domingo Familiar por la Educación Pública en el parque O’Higgins, expresando las familias su apoyo al estudiantazo chileno. A todo esto se suma la organización de una gran huelga general de dos días convocada para fines del corriente mes de agosto, por lo que la Federación de Estudiantes Universitarios de Chile ha expresado —en contestación a las infortunadas palabras presidenciales— que Piñera sepa que todo esto no le va a salir gratis.
Pese a lo antedicho, en nuestro país hay quienes aún siguen declarando públicamente –ante un periodismo complaciente que no repregunta ni indaga acerca del alcance de tal afirmación— que Chile nos ha superado largamente en lo que a enseñanza se refiere. Curiosamente, los jóvenes chilenos admiran nuestro modelo educacional que enfatiza el desarrollo de una enseñanza de calidad, gratuita y con acceso para todos. Esperamos que la solución final no sea el cruce de Los Andes en procura de encontrar en Argentina una formación acorde a sus necesidades y pretensiones. El camino es el de seguir profundizando el estudiantazo chileno, con esta juventud agrupada y movilizada desde hace varios meses, presionando al gobierno con protestas, marchas, huelgas de hambre, tomas de colegios, caceroleo nacional y reuniones de familias. Ello pese a que las autoridades persisten (¿con más feroz represión?) en su intento de coartarles el derecho que tienen a reunirse y a manifestarse, de acuerdo con la Convención Interamericana de Derechos Humanos. Desde aquí… ¡seguiremos atentos y acompañando!
*Psicólogo social y Abogado laboralista
www.ronaldowright.com.ar
(para La Tecl@ Eñe)
En el anterior número de La Tecl@ Eñe hicimos mención al movimiento de jóvenes indignados europeos, cuyo epicentro se situó en Madrid —acontecimiento que rápidamente se expandió hacia varios puntos de este planeta globalizado— y destacamos la particular situación de la juventud de nuestro país, posicionada hoy en lo que creemos un lugar y un tiempo mejor. Esta diferencia en favor de nuestros adolescentes puede también visualizarse con bastante claridad, si se analizan las masivas manifestaciones ocurridas en el hermano pueblo chileno en reclamo de cambios en la educación pública. En la actualidad ya se habla de los jóvenes indignados de Chile, quienes marchan mancomunadamente por las calles de Santiago y de otras ciudades en reclamo de una educación pública incluyente y de calidad. De este lado de la cordillera, nuestros pibes afortunadamente pueden estudiar en universidades argentinas gratuitas y cuyos contenidos son de una notable excelencia, por lo que no es casual que cada vez más algunos jóvenes chilenos decidan cruzar la frontera en procura de capacitarse en estas tierras.
A partir de mediados de año los estudiantes secundarios chilenos comenzaron a tomar colegios, ocupando pocas semanas después cientos de establecimientos. Exigen una educación que les permita formarse no sólo como profesionales, sino también como ciudadanos con pensamiento crítico para enfrentar las innumerables contingencias de un futuro cada vez más incierto. Ante las insuficientes propuestas presentadas por el gobierno de Chile, las mismas fueron rechazadas y se iniciaron las marchas masivas reclamando a las autoridades reformas educativas serias: a saber, una educación como derecho social brindado con gratuidad, equidad y calidad. Otro modo de protesta consistió en huelgas de hambre adentro de los colegios, donde los adolescentes abrieron sus puertas a la prensa mientras resistían el intento de desalojo de los carabineros. Los pibes tienen claro que el Estado chileno debe garantizar el sistema educativo —considerado uno de los más excluyentes y desiguales del mundo— como un verdadero derecho social, asumiendo el deber de proporcionarlo gratuitamente y no en tanto bien de mercado.
El estudiantazo chileno denuncia con razón el progresivo deterioro de la educación pública, dentro de un sistema que favorece la enseñanza privada convertida muchas veces en una mercancía. Los adolescentes sostienen que la educación no debe seguir segregándolos y entienden que para evitarlo debe dejar de ser un objeto de lujo y del lucro de unos pocos en perjuicio de otros. Tiene que dejar de ser un negocio cuya rentabilidad sea regulada por el mezquino hipermercado de estos tiempos posmodernos, máxime si consideramos la declaración del presidente de Chile al calificar a la educación en Chile como un bien de consumo. Además, Sebastián Piñera echó mano a un decreto del año 1983 establecido por el dictador Pinochet Ugarte para reprimir la movilización de los alumnos secundarios y universitarios, a quienes se sumaron los docentes además de recibir el mayoritario respaldo de la población. La furia de los carabineros, que cargó contra los miles de manifestantes, dejó un saldo de más de ochocientos detenidos —entre ellos muchos menores de doce años de edad— y un centenar de heridos.
Tamaña represión está teniendo un evidente costo internacional. Es así que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA expresó su preocupación al gobierno chileno por el uso desproporcionado de la fuerza contra las protestas estudiantiles. También el Fondo de la Organización de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), se manifestó en contra de la represión llevada a cabo por los carabineros. La crisis del capitalismo especulativo trasandino parece haber dañado sensiblemente el espejismo de una globalidad conformada a imagen de la democracia neoliberal. También en nuestra provincia de Mendoza, varias columnas de jóvenes marcharon con banderas y pancartas solidarizándose con los indignados chilenos; en tanto que otro grupo local participó en un congreso latinoamericano realizado en la República Oriental del Uruguay. Para algunos observadores, este conflicto está evidenciando el fuerte desgaste que padece la democracia en Chile en manos de un gobierno elitista y de derecha; mientras que para otros significa el despertar de unos vientos libertarios que estaban algo adormecidos.
Cabe agregar que son muchos los escritores e intelectuales latinoamericanos que se han sumado a estas demandas por una educación de excelencia y de vocación igualitaria. Una declaración titulada “En defensa de la vida de los estudiantes chilenos y la educación pública” fue suscripta por varias personalidades, entre las que se encuentran los escritores mexicanos Juan Villoro y Elena Poniatowska, además del intelectual norteamericano Noam Chomsky. Dicen que los estudiantes los llaman hoy a formar parte de este movimiento nacional y ellos quieren adherir a sus peticiones, dando la batalla con la juventud de todas las maneras que sean posibles. Por su parte, Eduardo Galeano también apoyó las reclamaciones estudiantiles, enviándoles un abrazo de muchos brazos a los jóvenes valientes que nos están dando a todos una lección de dignidad democrática desde las calles de Chile. Demuestran que otro país es posible, además de estar dándonos una verdadera lección de dignidad. Subraya que esta protesta enseña y textualmente les dice: “gracias mil y suertudas suertes en tan hermosa aventura”. Todo un respaldo, ¿no?
La escritora Isabel Allende piensa que la crisis política y social que azota al país tiene su origen en la vergonzosa desigualdad existente, ya que si bien Chile posee un elevado ingreso per cápita, la distribución de la riqueza es pésima. Agrega que para superar la crisis estudiantil es necesaria una profunda reforma educativa con serios cambios estructurales. Casi una respuesta al presidente trasandino quien, al referirse a la educación, quiso adoctrinar a los jóvenes manifestando que nada es gratis en la vida. Pero no solamente es la juventud chilena la que está indignada. La movilización llegó a superar las ciento cincuenta mil personas y el pasado 21 de agosto se realizó un Domingo Familiar por la Educación Pública en el parque O’Higgins, expresando las familias su apoyo al estudiantazo chileno. A todo esto se suma la organización de una gran huelga general de dos días convocada para fines del corriente mes de agosto, por lo que la Federación de Estudiantes Universitarios de Chile ha expresado —en contestación a las infortunadas palabras presidenciales— que Piñera sepa que todo esto no le va a salir gratis.
Pese a lo antedicho, en nuestro país hay quienes aún siguen declarando públicamente –ante un periodismo complaciente que no repregunta ni indaga acerca del alcance de tal afirmación— que Chile nos ha superado largamente en lo que a enseñanza se refiere. Curiosamente, los jóvenes chilenos admiran nuestro modelo educacional que enfatiza el desarrollo de una enseñanza de calidad, gratuita y con acceso para todos. Esperamos que la solución final no sea el cruce de Los Andes en procura de encontrar en Argentina una formación acorde a sus necesidades y pretensiones. El camino es el de seguir profundizando el estudiantazo chileno, con esta juventud agrupada y movilizada desde hace varios meses, presionando al gobierno con protestas, marchas, huelgas de hambre, tomas de colegios, caceroleo nacional y reuniones de familias. Ello pese a que las autoridades persisten (¿con más feroz represión?) en su intento de coartarles el derecho que tienen a reunirse y a manifestarse, de acuerdo con la Convención Interamericana de Derechos Humanos. Desde aquí… ¡seguiremos atentos y acompañando!
*Psicólogo social y Abogado laboralista
www.ronaldowright.com.ar
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