El diario Crítica de la Argentina fue pensado
por Jorge Lanata como el medio gráfico que cumpliría la función de confrontar
con el gobierno de los Kirchner, tarea que, especulaba cuando lo fundó, no
hacían Clarín ni Página12. La aparición de Crítica
coincidió con lo que el diario llamó la
guerra gaucha, el conflicto por la Resolución 125, que puso en evidencia las ya
malas relaciones entre el grupo Clarín
y el gobierno. Una fatalidad que hizo que Lanata fallara el cálculo: “justo se
pusieron a hacer lo que veníamos a hacer nosotros”, explicó. La historia que
continuó va desde el debut en el teatro Maipo hasta el estrellato en el
universo del Multimedios Clarín.
Por Ángel Berlanga*
(para La Tecl @ Eñe)
“Más allá de Magnetto, la sensación que nos queda es que Clarín vive como ‘personal’ al país; en
realidad, a todo lo que se cree con derecho de dominar, sean o no sus
propietarios. Tal vez eso explique la actitud de Papel Prensa de impedir el
ingreso a inspectores de Medio Ambiente, hecho sobre el que informamos ayer. O
la constante de actuar como si silenciando ciertos hechos éstos no existieran.
Lo que no salió en Clarín no sucede.
Cree Clarín. Si Clarín llama hay que darle lo que pide, creen casi todos los demás.
Si el río Baradero tiene diez veces menos oxígeno que los demás poco importa:
no salió en Clarín. Tampoco en La
Nación. ¿Y si Telenoche
lo investiga?”
Jorge Lanata escribió eso en el
desaparecido Crítica, edición del 17
de abril de 2008. A
esa altura el diario que fundó llevaba un mes y monedas de existencia. Venía
publicando unas notas sobre la contaminación de Papel Prensa: “Peor que
Botnia”, señalaba la tapa, y mostraba a un señor enardecido en el momento en
que sacudía al fotógrafo Diego Levy. “José Antonio Aranda, director de Clarín, defendiendo la libertad de
prensa”, explicaba el epígrafe de la portada. A este hombre lo pescaron junto a
Héctor Magnetto a la salida de una reunión de directorio de la papelera. Se
puso furibundo, porque no quería que los retrataran.
A esa altura, para Lanata, Clarín y La Nación
eran el mal. Este asunto de la
concentración de medios, de la construcción férrea de agenda para garantizar
los negocios. El establishment
periodístico. Crítica se pensó para
darle palos al gobierno de los Kirchner, tarea que, especulaba Lanata cuando lo
craneó, no hacían Clarín ni Página: una grieta, creyó ver ahí. La
aparición de Crítica coincidió con lo
que el diario llamaba la guerra gaucha,
el conflicto de la 125, que dejó a la vista que entre el grupo Clarín y el gobierno ya andaban a los
tortazos. Una fatalidad que le hizo fallar el cálculo: justo se pusieron a
hacer lo que veníamos a hacer nosotros, explicó Lanata a la distancia, cuando Crítica ya se había ido a pique. Eso y
la falta de avisos, asunto que dependió de que ese establishment y los Kirchner ejercieran sus presiones sobre los
anunciantes, decía. Por eso a mitad de mayo de ese año se lo fue a visitar al
embajador norteamericano, a ver si conseguía un avisito por ahí: lo contó
Santiago O’Donnell en Argenleaks. Al
mes siguiente, Lanata debutó en el Maipo junto a Jimena Capristo y Miranda.
Lanata tiene hoy su cartel en la
marquesina de Canal 13, sobre la calle Lima –junto a los de Santo Biasatti y
María Laura Santillán, Tinelli, Listorti, Iúdica-, pero hasta ahora no había
andado por las pantallas o las páginas donde más brillan las estrellas. Más
allá de acuerdos parciales y de subsistencia con algún sector, cuando estuvo al
frente de Página/12, Día D o Veintitrés declamaba abiertamente su
enfrentamiento con el poder político y económico. Un subordinado suyo en esos
medios, Ernesto Tenembaum, le habilitó en una entrevista (muy difundida) el
blanqueo público del paso hacia el grupo de el
gran diario argentino: en el marco de una de esas ofensivas-contra-la-libertad-de-prensa
que le endilgan a los Kirchner le preguntó a favor de quién se ponía en ese
enfrentamiento entre Clarín y el
gobierno. Está visto por quién optó. Porque
es el más débil, dijo. “¿Debíamos postergar su difusión para no quedar en
medio de la pelea del Gobierno y Clarín?
–se preguntaba Lanata en el artículo citado al comienzo-. ¿Debíamos
directamente censurarlo, ya que algunos suponen que se está en un lado o en el
otro? ¿Por qué elegir entre dos opciones que no nos gustan? No creo que sea eso
lo que ustedes esperan de nosotros”.
No creo, tampoco, que el hipotético
lector que imaginó para Crítica (un
Frankenstein estético e ideológico, pobre) fuera, entonces, el espectador de Periodismo para todos, el show bizarro
que protagoniza con suceso en el 13. Impresiona la candidez encantada del
público que va a verlo en vivo al programa ante un gag que induce a la complicidad trasgresora. ¿Por qué
eligió, Lanata, entre las dos opciones que no le gustaban? Bueno, porque la
tirria histórica que decía tener contra Clarín
se vio superada por la que le tiene a la Presidenta. No es
su único resentimiento, como es sabido: en los últimos meses se puso a contar
Martines Fierros para argumentar contra colegas que discutían algunas de sus
posturas públicas. Menos elegante estuvo con los periodistas de Crítica que lo cuestionaron por haberle
entregado el mando al empresario Antonio Mata para tomar distancia del
hundimiento: Yo no soy el papá, les
tiró.
Unos poquitos días antes de que Crítica apareciera, Lanata reunió a toda
la redacción para motivarla. O quizás
fuera para dar un pico dramático al documental que venía filmando en
simultáneo, con él como creador, trasgresor, un poco quijote, porque cómo
largarse a fundar un diario de papel en tiempos digitales, etc. Así que se mandó
con un discurso. Ténganme confianza, los
medios que yo fundé siguen en pie, dijo; nombró a Página y a Veintitrés,
obvió a Data54. Yo no los voy a cagar, dijo. Repitió eso en el comienzo de Periodismo para todos: ténganme confianza, no los voy a cagar.
Candidez encantada, complicidad trasgresora. A propósito, qué fijación: el para todos de varias iniciativas del
gobierno, la sigla PPT que coincide con la productora de Diego Wirtz, las fotos
que mandan los espectadores (acá con el dedo mayor extendido como agresión, en 678 en tren de alegría o festejo), la
versión en inglés de una cortina para un programa de Canal 7…
A las dos opciones que no le
gustaban a Lanata hay que sumarle una tercera: no ser una estrella. Así fue que
la debilidad de Clarín le posibilitó dos cosas que sí le gustan: descargar
tensiones contra CFK y el gobierno y volver a brillar (es un decir). Y le va
bien, en sus términos: en la escuela de impacto de sus admirados Chiche
Gelblung y Bernardo Neustadt consigue resultados más eficaces que Luis Majul o
Facundo Pastor. En esa búsqueda Lanata puede manipular una foto del Coco
Basile, usar a Médicos del Mundo para tirar información trucha y victimizarse
como desaparecido de la historia de Página tras la celebración en la ESMA del 25º aniversario del
diario que fundó allá por 1987. Al parecer a Lanata le molestó que CFK fuera al
acto, hablara, reconociera el valor de Página.
En todo caso aportó energía para el brillo de la estrella.
“Esta no es una cuestión de celos
profesionales ni de asuntos personales: crean, por favor, que no nos interesa
salir en Clarín”, escribió Lanata en
2008.
Ahora Clarín publica, todos los lunes, algún informe que Lanata presenta
la noche anterior en su programa. Igual hace La Nación.
Y hasta el mismísimo Telenoche,
Santo y María Laura mediante, levanta su faena. Telenoche, ahora sí, investiga.
Crean, por favor.
*Periodista
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