Anotaciones sobre un tiempo que se
abre
Por Conrado Yasenza*
Escribo estas líneas todavía
envuelto por un sentimiento dual, contradictorio. La Presidenta ha hablado
luego de un inquietante silencio, al tiempo que la tragedia de la Estación de
Once duele como sólo duele lo irreparable. La Presidenta Cristina Fernández ha
pronunciado, en la apertura de las sesiones legislativas, una extensa, rica y
propositiva pieza de retórica política que demarca los senderos por los cuales
transcurrirán las acciones políticas de gobierno de aquí en adelante. O, por lo
menos, es lo esperable teniendo en cuenta que es Cristina Fernández quien ha
establecido la agenda política para este año que recién comienza, aunque de la
impresión de que ya han pasado años desde que asumió su segundo mandato entre
corridas cambiarias, desabastecimiento de combustible y fraude económico
petrolero, “malestar” y “colas interminables” para obtener la tarjeta SUBE,
creada según los medios de comunicación dominantes para enmascarar el “Ajuste”;
y surgimiento de grupos puros de intelectuales denodados en su afán de defender
la autodeterminación del pueblo “Kelper”, enclave colonial británico en nuestro
sur argentino.
Es este tiempo en el que irrumpe la tragedia. Once configura una nueva y
profunda herida en el cuerpo social de la Nación. Otra vez son los humildes,
los trabajadores, los migrantes suburbanos, quienes pagan con sus vidas la
desidia y connivencia del complejo entramado que vincula a empresas privadas y
Gobierno Nacional. Y es imposible no decirlo, es necesario manifestarlo, ya que
sólo es exigible a este Gobierno una profunda reparación política, junto a la
actuación judicial – pero sin constituirse el Gobierno como principal
querellante; para ello está la Fiscalía Pública- que delimite todas las
responsabilidades que concurren en la evitable tragedia de la Estación de Once.
Es a este Gobierno a quien se le puede pedir que corrija errores, que
reformule y desarme las sociedades nocivas que estableció con empresas privadas
cuya única lógica es la de la máxima rentabilidad; lógica de Mercado que es antagónica
con los vientos de cambio que recorren la región. Es este Gobierno popular y
democrático, el mismo que ha despertado con sus políticas de ampliación de
derechos y medidas profundamente reparatorias, el deseo social de vivir con
dignidad, memoria y justicia. Es solamente este Gobierno quien puede y debe
desplegar toda su voluntad de poder para abordar las deudas que tiene en
materia de transporte público, trabajo, tierra, vivienda, salud y educación,
para aquellos compatriotas a quienes el modelo o proyecto nacional de inclusión
todavía no ha llegado. Un gobierno que, desde hace nueve años, batalla por
sobreponerse a décadas de sistemática aniquilación de lazos sociales. Y es por
ello también, que se impone la obligación de asumir las responsabilidades que
el Gobierno pueda tener en la tragedia ferroviaria, ya sea por haber dado en
concesión la administración de los ferrocarriles a empresarios ominosos, ya sea
por haber creado la Unidad de Gestión Operativa Ferroviaria de Emergencia, una
sociedad mixta donde conviven sindicalistas inescrupulosos, empresarios y el
Estado, o por no haber extremado los controles estatales – informes de la
Auditoría General de la Nación por medio - sobre estas dos controvertidas
instancias.
Es necesario escribir estas líneas, aunque no sean complacientes, aunque
sean críticas; y es que deben serlo, porque sólo desde una dialéctica de la
crítica es posible realizar algún aporte para la visualización de las
equivocaciones, de los caminos errados; para no retroceder en lo alcanzado,
luego de haber sostenido torvas disputas con los poderes fácticos que
históricamente sojuzgaron a la Nación. De nada sirven los coros aduladores; o
sólo conllevan a la tragedia, y en este caso, no como comedia. Y esto dicho sin
ninguna pretensión de ojo avizor, y desde un reconocimiento de pertenencia no
orgánica a un proyecto político que se asume transformador, reparador y de
ampliación de derechos sociales..
Es necesario como reconocer que mientras nuestros muertos aún no descansan
en paz, el Jefe del Gobierno Porteño, Mauricio Macri, exhibe su perfil más
perverso y patológico – además de su costado de vetador serial - y anuncia que
no quiere el Subte, que no reconoce el convenio de traspaso firmado entre él y
el Gobierno Nacional porque en estas condiciones no puede asegurar que otra
tragedia no ocurra – aunque pretexta como argumento el retiro de la policía
federal de las estaciones de Subte -; y esta vil maniobra política es realizada
con la cobertura de los medios dominantes que festejan el hecho de que Mauricio
se haya plantado frente a Cristina al tiempo que le advierten que lo están
evaluando, que lo vigilan, para ver si lo catapultan hacia una supuesta,
deseada y planificada presidencia en 2015.
Pero vuelvo entonces al discurso de la Presidenta Cristina Fernández;
retorno a sus palabras con las que aclara el panorama para aquellos que deseen
ver y oír: No sigan la agenda que les plantean dos o tres medios que los usan y
cuando no les sirven más, los critican a todos juntos y los tiran al cesto de
la basura (y sin historia, agrego yo). Tengan ideas propias y defiéndanlas, que
si las tienen y las defienden, seguramente el pueblo las considerará.
Palabras sensatas de un gobernante que ha experimentado en carne propia la
impiadosa ambición de poder sectorial, poder acostumbrado a doblegar voluntades
políticas y no; uno de los poderes reales que se jactó siempre de haber
volteado gobiernos a través de letras de molde y tapas de diarios. Un poder que
no tolera gobiernos que no acaten su voluntad, y para colmo, sea enfrentado por
el poder político de un gobierno que ha optado por tornar poderosa a la
sociedad.
Retórica robusta de un discurso presidencial que recorre detalladamente los
logros económicos y sociales de una gestión total de nueve años que ha cambiado
la realidad del país. Y que hace bien en exhibirlas, claro. Aunque esos logros
no pueden ocultar el dolor de una tragedia que revela que la tarea es ardua,
que se han equivocado recorridos, que existen alianzas que matan de muerte
real, contundente, más allá de las operaciones mediáticas y de las mezquindades
de aves negras. Discurso que también ha rozado el peligroso filo de las
palabras que hieren: los docentes ni tienen tres meses de vacaciones, ni
trabajan sólo cuatro horas por día. Mala política, en ese aspecto, la de volver
al discurso doñarosero de los aciagos años noventa. También
habrá que esperar para saber de qué color es la mesa en la que se discutan los
contratos mineros y petroleros.
Un tiempo que se cierra, espero, para dar paso a uno que abra y expanda las
nuevas y todavía inexploradas posibilidades de la política junto al pueblo.
*Periodista – Dtor. de La Tecl@ Eñe, Revista digital de Cultura
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