Te Mato Con la Diferencia
El Femicidio y el Sustento Social
Por Jorge Garaventa*
(para La Tecl@ Eñe)
De los 282 femicidios registrados durante el año pasado, 106 fueron ejecutados por el esposo, pareja o novio de la víctima y 58, por su ex pareja.
En la vivienda de la víctima se produjeron 80, y 79 en la que compartían la víctima y el homicida. Además, 69 casos fueron en la calle y predios, y 25 en otra vivienda.
En 2011 fueron 28 las mujeres que murieron quemadas, en tanto en 2010 se habían registrado 11. La mayoría de las mujeres asesinadas fueron baleadas (73 casos), apuñaladas (62) y golpeadas (43).
Se cometió un femicidio cada 31 horas. Esa cifra implica un incremento de 22 casos respecto al año 2010 y un aumento del 36% si se considera el período comprendido entre 2008 y 2011.
Los 282 casos derivaron en que 346 hijas e hijos de las asesinadas se transformaran en víctimas colaterales de los hechos.
29 hombres y niños fueron muertos al intentar impedir el homicidio de una mujer o fueron asesinados con el objeto de "castigar o destruir psíquica o físicamente a una mujer (a)
El presente escrito está lejos de pretenderse técnico. Mas bien apuntala un par de nociones científicas a los fines de la divulgación, entendiendo por ello no precisamente una desjerarquización conceptual sino un dibujo de trazos gruesos que haga comprensible a todas y todos, lo que aquí se quiere trasmitir.
Nos convoca una vez mas, y lamentablemente descreemos que sea la última, la horrorosa constancia del femicidio que, además de no constituir una excepcionalidad, trasciende lo ocasional para colocarse como uno de los retratos mas crudos de nuestra sociedad. Se matan mujeres por ser mujeres y se matan mujeres que pretenden algún ejercicio de autonomía que en general su entorno mas cercano vive como el enemigo a combatir. En ese ir y venir, cientos de mujeres son asesinadas en Argentina, miles en Latinoamérica, millones en el mundo. Y la sociedad no parece dispuesta a tomar cartas en el asunto; o si, ya que esta abstinencia condenatoria y la carente actitud preventiva no deja de ser una toma de partido.
La visibilización inducida a través de las luchas del colectivo de mujeres, por un lado, y algunos organismos de derechos humanos por otro, no ha actuado aún como freno, al menos no de la forma en que se hubiera esperado.
El discurso social, cultural, el sustento del antifeminismo no ha desaparecido sino que cambió sus formas. El colectivo de mujeres desde sus diversas estructuras y luchas ha logrado avances significativos en torno al ejercicio pleno de sus derechos y como consecuencia de ello se ha acorralado notoriamente la ostentación del machismo que, hoy replegado, anida en formas vergonzantes y chistosas. Se sabe lo que se debe decir. El discurso políticamente correcto se ha instalado. Pero la contundencia de la violencia de género desmiente cualquier tipo de repliegue creíble y permanente. Será el Estado a través de políticas públicas, fundamentalmente en lo educativo, en lo jurídico y en salud mental, quien tendrá en sus manos la llave para revertir la situación. Para ello es necesario conciencia plena y voluntad política. Las organizaciones intermedias de la sociedad han hecho todo o casi todo hasta ahora. Pero no alcanza. Como muestra, el 2011 nos legó 282 femicidios, mas del 20% que el año anterior
Por eso hoy se alzan algunas voces, lo cual nos tatúa una preocupación adicional, pretendiendo que el incremento femicida está en relación directa con la difusión que se hace de los mismos en los medios masivos de comunicación.
Dichas afirmaciones, cuando son bien intencionadas parten de considerar estos hechos como una excepcionalidad y no como un legado de la cultura patriarcal en cuyo caldo vamos creciendo hombres y mujeres en sociedad.
En este sentido es interesante prestar atención a la calidad, cualidad y frecuencia con que los medios masivos se ocupan del tema. Dejo de lado los alternativos habida cuenta de que precisamente constituyen su agenda en los desechos intencionales e ideológicos de las macro empresas. La violencia de género y sus consecuencias de exterminio, rara vez están ausentes en ellos.
Sabido es que estos episodios escalan en las empresas informativas cuando la espectacularidad lo amerita. Inmediatamente se van agregando informaciones sobre otros hechos con las mismas características hasta que finalmente se van desvaneciendo.
Al lector, oyente, televidente, le queda la sensación de la espectacularidad por un lado y la excepcionalidad por el otro. Esto permite una cierta despreocupación como sujeto social y a su vez, proyectar en el otro la locura. A este tipo de crueldad llegarían solamente algunos hombres cuya mente deteriorada por naturaleza o historias de vida los conduce a semejante despropósito.
Si bien las estadísticas luego revelan otra realidad, el imaginario social descansa cómodo en esas premisas.
Aquí necesitamos establecer una precisión. Al menos en la concepción que sostenemos es imprescindible subrayar y tener en cuenta el entrecruzamiento entre nuestra disciplina y el Derecho ya que de lo contrario corremos el riesgo de diseñar un horizonte de inimputabilidad que desagüe en la impunidad, o al menos arrimar vertientes para ello.
No se trata, obviamente, de ocupar roles y espacios que no corresponden sino de tener clara la responsabilidad profesional y la perspectiva, cada vez mas frecuente, de que nuestros escritos ocupan un lugar en el análisis de situaciones que llevan a impartir Justicia, cuando el Poder Judicial cumple con lo suyo.
No somos jueces, no somos fiscales, no somos letrados, pero no podemos negar la incidencia de nuestra palabra en un mundo judicializado, mal que nos pese…o bien.
Las palabras víctimas y victimarios gozan de muy mala reputación, sobre todo en el mundo psi lo cual no deja de ser una segunda condena y traza un horizonte de revictimización vergonzante y culposa. Si además de haber padecido todo el escarnio a que somete la violencia de género, a una mujer se le veda la posibilidad de saberse víctima porque “se regodea en el goce” o “no asume su responsabilidad” en la golpiza que ha recibido, queda delineado el destino social de las padecientes…”problemas particulares en ámbitos privados”. Hasta que la muerte la catapulte a las primeras planas de los medios masivos y nos deje el doloroso…¡Qué horror!!! ¿Cómo puede ser??
La víctimología y sus flamantes aportes epistemológicos establecen un hiato de claridad entre tanta niebla, pero aún hay muchos senderos por transitar…
Aludo finalmente al victimario. Es fundamental saber que ocurre por allí. Las estrategias de intervención en lo psicoterapéutico y en lo jurídico deben tener en claro sus características.
Decíamos en un trabajo reciente: “El hombre violento odia profundamente la autonomía femenina, sobre todo en lo afectivo y en lo sexual, y actúa en consecuencia. Quiere matar, escarmentar o marcar, pero lo cierto es que desde el momento mismo que advierte que la mujer quiere ser dueña de si misma empieza a tramar la venganza de la ofensa de dejar de ser su propietario.”
Para luego completar: “Ante la amplificación de la palabra de la mujer el machismo responde con mas crueldad y sufrimiento, conciente de lo que va a lograr.”
Es verdad que el psicoanálisis plasmó el concepto de un sujeto sujetado a su inconciente, con muy poco margen de movimiento voluntario, y encima desacreditado. Queda mucho por discutir sobre la libertad, o sobre el libre albedrío, como gustan decir quienes defienden la buena intención divina por sobre la maldad de los hombres.
Pero hay otra construcción conceptual del psicoanálisis que pone límite a lo anterior y acota enormemente el terreno de la impunidad en el campo de los femicidios. Es aquella que se refiere a la decisión subjetiva y que acepta pocas excepciones. Lo explicitó Freud con claridad, lo ratificó Lacan, aunque ocultando un tanto el lugar central que Freud le dio a ese descubrimiento. Mas allá de sobredeterminaciones conductuales, o como quiera denominárselas, el individuo, en cuestiones de grandes trazos y cruciales para su vida y la de otras personas, tiene la posibilidad de optar. Puede hacerlo o no, pero ese instante, perfectamente percibible en cualquier biografía es lo que lo convierte en plenamente responsable de sus actos. Ello es lo que Freud, con otras palabras, llamaba implicarse en su propia subjetividad.
El femicidio rara vez es un acto impulsivo, y nunca pasional. Lejos de ello la reconstrucción nos permite encontrarnos con aquello que lo jurídico llama premeditación y alevosía. Premeditación, por otro lado, que suele venir de larga data.
No son casuales las consecuencias de la violencia de género. Hay un recorrido que el agresor tiene en claro cuando lo detiene. Hablamos de la eficiencia del escarmiento. La mujer golpeada es una mujer condenada a muerte desde las pimeras denigraciones. Algunas optan por una vida de sumisión y a veces, no siempre, salva la vida…física.
El golpeador tiene las posibilidades ante los primeros cosquilleos que le produce la autonomía femenina de hacer algo con ello. Después será tarde. Cuando el león herbívoro prueba el sabor de la sangre ya nada podrá detener su hambre de muerte. Sólo que el animal apenas cuenta con el instinto al que obedece ciegamente mientras que el golpeador, finalmente femicida, ha optado a conciencia por exterminar en el afuera lo que le estalla dentro: la intolerancia al deseo autónomo de la mujer. Su imposibilidad de aceptar a su “compañera” como portadora de voluntad de ejercicio de sus propios derechos. Esta es la mayor afrenta para el macho patriarcal. Y el macho patriarcal es producto de esta sociedad. Y esta sociedad sigue sin implicarse seriamente en la génesis de la Violencia de Género y de tanto Femicidio en crecimiento.
Buenos Aires, enero de 2012
(a) todos los datos estadísticos fueron aportados públicamente por el Observatorio de Femicidios “Adriana Marisel Zambrano”, que coordina la Asociación Civil La Casa del Encuentro. Nuestra admiración y agradecimiento por esto y más.
* Psicólogo
No hay comentarios:
Publicar un comentario
comentarios