05 marzo 2012

Política/Kirchnerismo 2012:De reyertas culturales y otras batallas





Kirchnerismo 2012: de batallas culturales y otras reyertas.

Por Flavio Crescenzi*
(para La Tecl@ Eñe)

“La juventud tiene su lucha, que es derribar a las oligarquías entregadoras, a los conductores que desorientan y a los intereses extraños que nos explotan.”
Arturo Jauretche
"Habremos de ser lo que hagamos, con aquello que hicieron de nosotros."
Jean Paul Sartre

"Si no son los pájaros,

si no son los pájaros cubiertos de ceniza,
si no son los gemidos que golpean las ventanas de la boda
serán las delicadas criaturas del aire
que manan la sangre nueva por la oscuridad inextinguible."

Federico García Lorca




I
Con frecuencia, los sectores de la oposición, amparados en un discurso presuntamente republicano, al referirse al Gobierno Nacional, lo hacen atribuyéndole características de cuño populista. Hacen así alusión a un tipo de gobierno asistencialista, demagógico, de inspiración nacional, que gasta más de lo que tiene y que pasa por sobre las instituciones y la ley amparado en el apoyo que le brinda aquella entidad difusa y manipulable que conocemos como pueblo. Sin embargo, en el supuesto caso de que realmente el epíteto adjudicado al gobierno no sea, en principio, inadecuado, exige, por lo menos, una urgente resemantización. Ernesto Laclau, en su libro “La razón populista”, propone pensar el fenómeno del populismo no como una forma degradada de la democracia, sino como un tipo de gobierno que permite ampliar las bases democráticas de la sociedad.


La tesis central del libro citado podría resumirse en estas palabras, también de su autor: "Cuando las masas populares que habían estado excluidas se incorporan a la arena política, aparecen formas de liderazgo que no son ortodoxas desde el punto de vista liberal democrático, como el populismo. Pero el populismo, lejos de ser un obstáculo, garantiza la democracia, evitando que ésta se convierta en mera administración".
Históricamente, la crítica al populismo estuvo ligada a una concepción tecnocrática del poder, según la cual sólo una elite de expertos puede determinar las fórmulas que van a organizar la vida de la comunidad, aquello que desde cierto corpus crítico se ha dado en llamar “ingeniería social” y que ha ofrecido resultados nefastos a lo largo del Siglo XX. Huelga decir que los defensores de esta concepción tecnocrática, no están sino defendiendo el status quo, la institucionalidad como aquello al fin cristalizado. Frente a esta concepción se posiciona la noción de la política como antagonismo, es decir, la emergencia instituyente de demandas sociales planteadas a un sistema resguardado en su siempre parcial legislación. Esas demandas sociales constituyen un genuino agente de cambio democrático, entendiendo democracia en un sentido amplio, es decir, como la construcción de poder popular. La Argentina, por ejemplo, después de la crisis del 2001, ha expandido horizontalmente la protesta social, pero con una escasa capacidad para absorber esas demandas en un sistema vertical institucional estable. De alguna manera, el actual gobierno está tratando de poner juntas las dos dimensiones, la vertical y la horizontal, y de esa manera crear un sistema de carácter más democrático. Aunque aún no lo ha logrado.
Es necesario aceptar la idea de que en el campo de la lucha social existen grupos corporativos enquistados que cuentan con el apoyo económico de empresarios y sindicatos con el ladino propósito de desvirtuar el significado intrínseco de estas luchas. Paralelamente, hay sectores de la población que tienen un grado de integración y de identidad corporativa mucho menos consolidada, sectores marginales que exigen que la función de los líderes políticos no sea simplemente expresar intereses que ya están constituidos, sino ayudar a la constitución y cohesión de esos otros intereses que han estado marginados.
Si bien nuestro país ha mostrado en los últimos años una capacidad de gobernabilidad excepcional, si bien se ha superado una crisis económica de primera magnitud, si bien se ha adoptado una actitud crítica frente al FMI que ha producido una serie de efectos positivos, si bien las políticas en lo referente a los Derechos Humanos ha logrado condenar a los genocidas de la última Dictadura Militar, si bien la abierta denuncia a los monopolios mediáticos ha instalado un provechoso debate en la sociedad, el Gobierno Nacional deberá sopesar las alternativas políticas que pueden presentarse a partir de una redefinición dentro de las formaciones políticas existentes, como la de la interna que se lleva a cabo dentro de su propio seno. “El peronismo es el hecho maldito del país burgués”, dijo John William Cooke. Es imposible negar que el peronismo (cierto peronismo) siempre puso en crisis al orden establecido y, en lo personal, como intelectual de raíces libertarias, esto me moviliza en demasía. Sin embargo, no puedo dejar de pensar que este movimiento, pese a haberse ocupado de la visibilidad de los invisibles, es una trágica víctima del sino de la contradicción (sino burgués por antonomasia), al punto de haber albergado, en su seno, al mentado William Cooke, a Arturo Jauretche, a Raúl Scalabrini Ortiz, a Juan José Hernández Arregui, a Rodolfo Ortega Peña, pero también, infaustamente, a José López Rega y la Triple A.
El Gobierno Nacional obtuvo una incuestionable victoria en las pasadas elecciones, pero sería ilusorio asegurar que el 54 % de los argentinos apoyó a este gobierno por razones ideológicas. Si se deteriora la situación económica, el precario equilibrio político que se ha creado hasta el momento y que ha permitido cierta democratización de las luchas sociales, puede verse afectado. También podría ocurrir, finalmente, que las tendencias más tradicionales de la partidocracia (como el duhaldismo o sus remanentes infiltrados en el gobierno), en connivencia con los poderes económicos y con los representantes de turno de las doctrinas neoliberales, consigan bloquear la tentativa de crear una convincente apertura democrática. El Gobierno Nacional tendrá que adoptar una postura más clara y definida, tendrá que postular, finalmente, una ideología que supere la ambigüedad que el arco conceptual de lo nacional y popular presenta todavía.
Por otra lado, a nivel internacional, se percibe una clara inclinación a la derecha, tendencia que busca perpetuar el pensamiento único (pese a la crisis económica que ese pensamiento ha provocado) en clara oposición a las posibilidades democráticas de países como el nuestro. En este contexto, el apoyo regional a los reclamos diplomáticos en lo referente a la soberanía de Malvinas, confirma la voluntad de establecer un polo estratégico de resistencia continental, iniciada ya, hace unos años, con las actividades del MERCOSUR y de UNASUR.
II
Culturalmente, el miedo al populismo (que no es otra cosa que el miedo al otro diferente) presenta características largamente estudiadas por las tradiciones más avanzadas del ámbito académico. Este ámbito, que antes tendía a discutir exclusivamente dentro del espacio aúlico, ha adoptado una actitud menos autorreferencial, involucrándose e interpelando a la sociedad. Carta Abierta y Plataforma 2012, serían dos de las agrupaciones de intelectuales más sobresalientes que, desde posiciones ligadas al pensamiento de izquierda, apoyan y desestiman, respectivamente, los logros del Gobierno Nacional. Las críticas constructivas que Carta Abierta le realiza al Kirchnerismo para que éste las resuelva a corto plazo, entendiendo al kirchnerismo como un espacio político donde los problemas planteados de índole social y cultural pueden resolverse, son las mismas que (a grandes rasgos) Plataforma 2012 le realiza con la intención de correrlo por izquierda.
Las ideas de izquierda (anarquismo, socialismo, comunismo, etc.) son anteriores al peronismo, pero también fueron contemporáneas a él mostrándose a veces concomitantes, a veces antagónicas. Los años 70 conformaron un escenario de apologías y rechazos, pero, a pesar de ello, el pensamiento de izquierda subsistió amparándose en su extensión y ambigüedad. Parece ser que hoy en día esa ambigüedad alcanza ribetes absurdos como podrían serlo aquel progresismo respetuoso de las minorías multiculturales, de la diversidad sexual y amante de la ecología y de la comida macrobiótica, pero reaccionario en lo político o la ultraizquierda nihilista, ya por todos conocida.
El sistema capitalista, en su más actualizada y cínica versión, basa su poder en la idea de que éste es el mejor de los mundos posibles y que cualquier intento por cambiarlo representaría un desequilibrio, una pérdida del orden racional que a todos beneficia. El sistema se retroalimenta y se justifica permanentemente apoyado en la cultura de masas y en los medios, hecho que no necesita más comprobaciones, ya que ha sido detectado hace décadas por pensadores mucho más respetables que quien en este momento les escribe. Los medios se inscriben en nuestro lenguaje, lo forjan, forman opinión. El Gobierno se enfrentó por primera vez a esta eminencia gris democratizando la sospecha de Adorno, la sistematización de Althusser y la nomenclatura de Gramsci (recordemos que el sentido que le damos a la expresión “hegemonía” y el concepto de “voluntad nacional-popular” son de cuño gramsciano) en una operación de claro desenmascaramiento. Los medios no perdonan que el Gobierno no acepte la agenda que estos pretenden imponerle, es por eso que muchas veces se prestan también a darle espacio a las corrientes más críticas del kirchnerismo provenientes de la izquierda, con tal de banalizar el discurso y los logros de aquél en términos ideológicos y por más que éstas no representen, en puridad, sus verdaderos intereses. Afortunadamente, los movimientos populares de Latinoamérica están, de alguna forma, consustanciados con el pensamiento en cuestión y no dudan en elevarlo a una categoría utópica, más allá de la representación de los partidos, como único baluarte de emancipación posible. La batalla cultural está planteada, más allá de que muchos ni siquiera lo imaginen.
III
El concepto de poder soberano en la modernidad gira en torno a la dificultad de distinguir la norma (el orden general) de la decisión política (lo heterogéneo a toda generalidad). Está claro que el sistema internacional ha quedado en manos de uno solo o unos pocos que ejecutan sistemáticamente una violencia que contradice sus intenciones normativas. Este “estado de excepción”, según palabras de Agamben, hace rato que se ha transformado en regla, invalidando los paradisíacos discursos institucionalistas o republicanos esgrimidos desde la oposición al gobierno nacional. La única soberanía admisible es la que pueda percibirse en actos de gobierno, en políticas claras y precisas. En ese sentido, Cristina Fernández de Kirchner está a la izquierda del peronismo e incluso a la izquierda de su difunto marido. "La Presidenta” se enfrenta en los foros internacionales al consenso de Washington y tiene el valor de explicarles que sólo una política keynesiana puede darle dignidad a los trabajadores dentro del capitalismo. Es la primera vez que un presidente le dice al Fondo Monetario, al Banco Mundial que la única salida es una intervención estatal en el mercado. Irónicamente, dada la coyuntura, recuperar el estado de bienestar ha pasado a ser el nuevo horizonte revolucionario a conquistar.
Es aquí cuando los epígrafes elegidos para este artículo adquieren una dimensión reveladora. Tal como lo sugería Jauretche, la juventud tiene el deber de combatir la oligarquía, pero tendrá que hacerlo con lo que tenga a su alcance, con y a pesar de lo que hicieron de ella. De no ser así, es decir, si no son los pájaros los que logren el prodigio, “serán las delicadas criaturas del aire que manan la sangre nueva por la oscuridad inextinguible."
El Frente para la Victoria nunca fue un conjunto de virtudes virginales; en el mejor de los casos, es un espacio de intereses en pugna. Por un lado, una rémora de burócratas que provocan los más claros errores de gobierno y que fueron y son aprovechados por los medios para afectar la legitimación de toda la gestión; por el otro, un capital simbólico que se traduce en esperanza, la esperanza de millones de incluidos, de tantas agrupaciones militantes y sociales que han recobrado la confianza en la política como instrumento para cambiar la realidad, y de tantas otras personas (dirigentes, intelectuales, profesionales, etc.) dispuestas a darle solvencia ética a esta oportunidad, al parecer, inesperada.
*Poeta y ensayista.


3 comentarios:

  1. Curioso artículo. Las citas están bárbaras y el desarrollo está en el punto intermedio entre un artículo universitario y uno de fácil lectura.

    Me gustó porque le da el lugar que se merece al kirchnerismo, elogiando sus logros y marcando sus fallas. Me hizo acordar a Mempo Giardinelli.

    Lo único que tengo que reprochar es que nadie lo firma, sólo dice "poeta y ensayista". ¿Es un seudónimo acaso? En el índice tampoco hay ningún nombre. Me llamó la atención esto. Porque el resto de los artículos si tienen firma.

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  2. Hubo un error: El autor es Flavio Crescenzi. Nos gustaría conocer tu nombre y un mail. Muchas Gracias

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  3. Mi nombre es Teresa, Sr.Conrado. Mi dirección de correo electrónico es: teresita.40@hotmail.com

    Le agradezco que me haya aclarado la duda, aunque el nombre de este tal Crescenzi sigue sin figurar en el indice general.

    Igualmente, aprovecho la ocasión para felicitarlo por la revista y por su contenido. Todas las notas están geniales. Estoy leyéndolas de a poco. Me parece maravilloso que existan revistas con esta calidad y esta seriedad para abordar temas tan actuales. Y qué nómina de colaboradores. Cierto es que hay algunos que no conozco, por ejemplo este Crescenzi tan interesante, pero ya ve, siempre se conoce a alguien más.

    Sigan así.

    Saludos.

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