Los intelectuales y el proyecto nacional
El fenómeno “Carta Abierta”
Por Rubén Drí
(para La Tecl@ Eñe)
El debate de los intelectuales sobre el proyecto nacional ya se ha instalado y eso hay que celebrarlo. No puede ser de otro modo. Cuando los sectores populares, dispersos como multitudes, logran estructurarse en un movimiento nacional ponen en movimiento a todos los sectores de la sociedad. Es como un aluvión o como un río que sale de madre y arrastra todo consigo. En 2003 el movimiento nacional y popular, débil y balbuciente al principio, comenzó su tarea de transformaciones profundas.
No hay sector de la sociedad que no se haya visto cuestionado, movilizado, que no haya sentido la necesidad de intervenir ya sea para impedir su marcha porque lesionaba sus intereses, ya para participar activamente en los logros de sus objetivos. Los movimientos son sujetos colectivos que desde lo pequeño, desde lo insignificante, van creciendo hasta hacer su aparición fulgurante que pone en plena luz las profundas contradicciones que atraviesan a la sociedad.
Entre los sectores compelidos a pronunciarse queremos destacar el de los “intelectuales”. Difícil caracterizar a los intelectuales, pero todos entendemos qué queremos decir cuando hablamos de ellos. No hay ser humano que no utilice el intelecto y en ese sentido es correcta la afirmación que dice que todos los seres humanos son intelectuales, pero cuando hablamos de intelectuales nos referimos a aquellos sectores, académicos, escritores, artistas, periodistas, sacerdotes, cuya función social relevante consiste en el uso y desarrollo de lo teórico sobre lo práctico.
En la dialéctica de práctica y conciencia, práctica y pensamiento, que nos constituye tanto como sujetos individuales como sujetos colectivos, el momento intelectual, el de las ideas, tiende a separarse y moverse en un ámbito propio, considerado superior, incontaminado, en cierta manera “sagrado”. Independientemente de cómo lo haya pensado Platón, así fue interpretada su teoría de las ideas.
Donde el fenómeno se presenta con la mayor nitidez es en el ámbito propio de la academia cuya función, precisamente, es el desarrollo del saber. Platón con su teoría de las ideas no pretendió cultivar un saber incontaminado. Todo lo contrario. La “Academia” que creó era un centro de formación de líderes políticos, lo mismo que el Liceo que creara su discípulo, Aristóteles.
Su magnífica construcción teórica que conocemos como “La República” no fue una mera utopía, sino un proyecto de polis capaz de superar la crisis que ésta atravesaba en el siglo IV. Al pretender poner en práctica lo que había teorizado, chocó con las contradicciones de la dura realidad, que le mostraron que lo que él había pretendido como proyecto real no había sobrepasado el nivel de la utopía.
La academia se mueve en un ámbito alérgico a contaminarse con la realidad, es decir, con el terreno contradictorio de la política, donde transcurre la vida. Por ello no es una casualidad el desencuentro que normalmente se ha producido entre ella y el movimiento popular. La expresión “alpargatas sí, libros no” graficó para siempre ese desencuentro.
Pero el aluvión que es el movimiento popular no puede menos que arrastrar consigo a parte de la intelectualidad. Si en el movimiento surgido el 17 de octubre de 1945 la escisión con la intelectualidad académica había sido profunda, sin embargo, en el seno del mismo movimiento surgió una nueva intelectualidad expresada especialmente en FORJA. De hecho, con el movimiento surgía el “pensamiento nacional”. Después de su derrota, el resurgir el movimiento en las décadas del 60/70 generó su propia intelectualidad, expresada de manera especial en las denominadas “cátedras nacionales”
No podía ser de otra manera ahora en el resurgir del movimiento popular que encuentra su expresión en el kirchnerismo, aunque no se reduce a él. Es en el momento en que el proyecto nacional y popular sufre el mayor embate de los intereses corporativos concentrados, que encuentran su expresión en las corporaciones agrarias, que aparece la intelectualidad comprometida con el mismo, “Carta Abierta”.
Esta intelectualidad pertenece al proyecto. No es algo agregado desde fuera. Ello no quiere decir que no sea crítica. En realidad la única crítica concreta, creativa, es la que surge del mismo corazón del movimiento. La crítica siempre se hace desde un proyecto, sea éste un proyecto colectivo de un determinado grupo o personal.
El movimiento que impulsa un determinado proyecto de país lleva en su seno múltiples contradicciones que, como se sabe, por una parte, pueden llevarlo a la parálisis o al desvío de los grandes objetivos que se plantea; pero, por otra, son esas contradicciones las que pueden y deben constituirse en el motor del avance hacia las transformaciones profundas que requiere el proyecto.
Esas contradicciones, además de los errores que siempre se producen en la conducción de un movimiento multitudinario, son los espacios sobre los cuales trabajan los enemigos del proyecto para hacerlo fracasar y allí suelen coincidir con los intelectuales que piensan una realidad incontaminada, o que pretenden corregir al movimiento popular haciendo hincapié en esas contradicciones, sin verlas en el marco de la totalidad que el Estado debe articular. Es el caso de “Plataforma para la recuperación del pensamiento crítico”.
¿Cuál es el dato fundamental que separa a Plataforma de Carta Abierta? El lugar social desde el que se hace la crítica. Mientras Carta Abierta lo hace desde el movimiento popular, Plataforma lo hace desde la academia; Carta Abierta lo hace desde dentro, Plataforma, desde fuera.
Carta Abierta hace la crítica desde el proyecto del movimiento popular, desde la asunción comprometida del mismo. ¿Desde qué proyecto la hace Plataforma? ¿Es que hay un proyecto al que adhiera o al que pertenezca? El desbande que se produjo apenas producida su aparición en los medios mostró a las claras que ese proyecto colectivo no existió ni existe. Son los intelectuales “puros” que desde el ámbito sagrado de las ideas juzgan y condenan los errores de los mortales que se mueven en el barro o, en todo caso, intelectuales que toman determinados problemas particulares sin ubicarlos en la totalidad de la problemática nacional.
En realidad, de acuerdo a su mirada, en el barro no puede haber un proyecto nacional, popular, porque éste siempre implica contradicciones, ésas que le mostraron a Platón que su proyecto al fin era no sólo utópico sino utopista, o sea, que en realidad era una utopía que no podía realizarse como proyecto. Desde el olimpo de las ideas, la realidad que trascurre en el barro se distorsiona de tal manera, que el proceso de marcha de la extrema desigualdad hacia momentos de reducción de la misma se lo ve al revés. Efectivamente, “la brecha de la desigualdad se profundiza” afirma Plataforma.
Una cosa es decir que la desigualdad es uno de los problemas que nos aquejan, de difícil solución, e incluso aventurarse a afirmar que no se ha hecho lo suficiente para solucionarlo y otra, contra toda evidencia, afirmar que se sigue profundizando. Hacer esta última afirmación significa que no se ha compulsado la realidad desde el momento (2003) en que se inicia el proyecto nacional y popular. No ver el avance de los sectores populares desde entonces hasta ahora es simplemente estar ciego.
Carta Abierta guarda ciertas semejanzas con lo que en los 70’ fue el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Este movimiento formalmente estaba conformado sólo por algo más de trecientos curas de todo el territorio nacional pero, en realidad, constituía una expresión que involucraba a todos los católicos y más aún a todos los cristianos que se sentían parte de lo que pasó a llamarse “tercermundismo”.
En el seno del catolicismo primero y luego, en forma más amplia, del cristianismo, se había gestado un movimiento renovador, de liberación, que encontró en nuestro país la manera de expresarse como tercermundismo, teniendo a los Sacerdotes para el Tercer Mundo como referentes. Glosando un poco lo que decía Perón del peronismo, en referencia a la participación política de los argentinos, podemos decir que en los 70’, todos los cristianos renovadores eran “tercermundistas”.
Carta Abierta es hoy el referente más importante a nivel intelectual de todos aquellos que de una u otra manera se sienten interpelados por el movimiento nacional, popular que se expresa como “kirchnerismo”. Al igual que el movimiento de sacerdotes tercermundistas, para pertenecer a Carta Abierta no se necesita firmar nada, no hay fichas de afiliación. Podríamos hablar del fenómeno “cartaabiertismo” que abarca mucho más que a aquellos que aparecen públicamente como pertenecientes a dicho movimiento.
Plataforma considera a los militantes de Carta Abierta como “voceros del gobierno”, afirmación que deviene de una determinada concepción de lo que significa “pensamiento crítico” que consiste en negar que en el ámbito de un proyecto colectivo, formando parte del mismo, el pensamiento crítico se torna imposible. En realidad, sin negar la posibilidad de criticar desde fuera, el pensamiento crítico produce sus mejores efectos cuando se hace desde las entrañas mismas de lo que se critica.
Aquí se puede aplicar lo que Hegel afirmaba con relación a las críticas que se realizaban a un determinado sistema filosófico, en el sentido de que la fuerza de la crítica tenía todo su vigor cuando entraba en el sistema del adversario y aprovechaba su propia fuerza como en el arte del yudo.
La crítica hecha desde dentro, en este caso, desde el compromiso con el proyecto nacional y popular, se apropia, en cierta manera de toda la fuerza del movimiento, para impulsarlo más adelante a veces, y otras, para corregir su derrotero. La crítica entonces es el “no” que no se limita destruir, a cortar, sino un “no” dialéctico, propositivo.
“Desde 2003 se produjo una mejora sustantiva en la distribución del ingreso, tanto que la Argentina eleva los índices de promedio de la región en términos de equidad distributiva” afirma Carta Abierta, lo cual no le impide afirmar críticamente., a su vez, que “el régimen impositivo sigue siendo injusto con el 20 por ciento más pobre de la población y reclama una reforma tributaria”, para señalar luego “cuestiones pendientes” como “el impuesto a la renta financiera, la mayor progresividad del Impuesto a las Ganancias, la reforma en el Impuesto al Valor Agregado, la consolidación de las retenciones” entre otras.
La crítica se hace no simplemente como obstáculo y rechazo, sino como profundización, “cuestiones pendientes”, o corrección, “el régimen impositivo sigue siendo injusto con el 20 por ciento más pobre”, o propuesta, es decir, las “cuestiones pendientes”.
Carta Abierta no es vocera del gobierno. Éste tiene sus propios voceros. Pero tampoco es vocera del movimiento, el cual se expresa a través de sus propias organizaciones, asambleas, movimientos sociales, gremios, partidos. El intelecto, y con él, la crítica, no pertenece en exclusiva a Carta abierta o cualquier otros grupo de intelectuales. Cada organización popular genera sus propios intelectuales pero no se puede negar el aporte fundamental y necesario de un movimiento como Carta Abierta que lo hace fundamentalmente desde el pensamiento.
La tendencia del intelectual de criticar desde fuera o desde ningún lugar ha quedado patentizada en la carta “Malvinas: una visión alternativa” en la que se expresa otro grupo de intelectuales. Sólo desde una visión posmoderna se puede prescindir de la historia nacional, de la constitución de la patria para la cual siempre Malvinas y las islas adyacentes formaron parte, como lo hacen los intelectuales de dicha carta.
La tragedia de Once ha encendido las alarmas para el proyecto nacional y popular, haciéndole saber que se encuentra en una de esas encrucijadas en la que los proyectos definen su trayectoria por la continuación y profundización o por el estancamiento y retroceso. Tres grandes problemas entre otros, el de la explotación de las minas a cielo abierto, el de las petroleras y el del transporte.
Es el momento en que la crítica debe hacerse sentir desde dentro como lo hace Jaime Sorín, uno de los militantes de Carta Abierta: “El Estado, que se ha metido a reparar tantos problemas que nos dejó la década del ’90, tiene una deuda importante en el tema transporte”. Problema nada fácil de resolver, porque el Estado “puede sacarles las concesiones y quedarse como propietario de algo que está en estado calamitoso, y encima va a ser responsable de eso”.
Más que nunca el proyecto nacional y popular necesita que toda la materia gris de la que posee en abundancia se ponga a trabajar con fuerza, paciencia y profundidad para generar ideas, elaborar propuestas y realizar críticas que son auto-críticas en la medida en que se hacen desde el compromiso con el proyecto.
*Filósofo y teólogo. Docente en UBA.
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