En
los muros de Facebook, hay cadáveres
Por Miguel Molina y Vedia *
Aclaración: Pedimos disculpas a nuestros lectores por haber consignado esta nota como exclusiva para la revista. Su autor cometió un error y autorizó la exclusividad de la nota mientras la misma circulaba por Internet. Además el mismo día en que fue publicada en La Tecl@ Eñe, Página 12, sección La Ventana, la publicó.
Entreverados con minucias cotidianas, recuerdos visuales de celebraciones y veraneos, aforismos al paso que aspiran a la aprobación general, y fragmentos escogidos de la industria cultural, aparecen sin pedir permiso las imágenes del horror. Podríamos decir, parafraseando a Perlongher, que en las actualizaciones de los amigos que no son tales pero así son nombrados, en nuestros muros de Facebook, hay cadáveres. Irrupción inconsulta de la crónica morbosa, de la que no se puede escapar sino a posteriori, con el hecho consumado.
La publicación aviesa de imágenes
ominosas tiene una dimensión política, pero que excede los avatares de la
coyuntura inmediata. Por cierto, una genealogía del asunto debe remontarse
necesariamente a aquel “show del horror” con el cual los medios
colaboracionistas de la última dictadura militar se solazaron durante la
transición a la democracia. Su herencia desborda a aquéllos que hoy siguen
profesionalmente los preceptos de aquella modalidad periodística y abarca a
un conjunto amplio de
usuarios-consumidores. Hasta tal punto se ha naturalizado la difusión de
escenas terribles bajo la excusa del registro documental o la imperiosidad de
la denuncia, que la mera enunciación de una crítica respecto de tales prácticas
resulta sospechosa de connivencia con los responsables de la calamidad
exhibida. El ensayista Alejandro Kaufman ha señalado con perplejidad la
reacción que generó en nuestro país la nula difusión de fotografías de los
cuerpos de las víctimas tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Para
muchos argentinos, sin distinción de simpatías políticas, tal ausencia era
atribuible a un reprobable acto de censura estatal, como si esas imágenes
faltantes fueran un material necesario e ineludible para comprender el hecho.
Bibliotecas enteras de debates
acerca de la representación del horror son vapuleadas por la circulación
banalizada de escenas chocantes: maltrato a los animales, niños desnutridos,
cuerpos mutilados forman parte de este repertorio de atrocidades. Hasta hace
algunos años, las cadenas de mails eran el medio de propagación privilegiado de
estas fotografías. Ciertos indicadores en el asunto y el encabezado de los
correos permitían aún ponerse a cierto resguardo ante estos envíos. La
inmediatez del muro de Facebook cancela esa posibilidad y nos expone al morbo
presuntuoso de nuestros contactos.
La interacción en las redes
sociales está atravesada por la apología del acto de compartir. La puesta en
circulación pública de estas imágenes nos informa de un consumo que ya no es
realizado de manera culposa y secreta, sino que se esgrime con propósitos
aleccionadores y denuncialistas. Ni siquiera se apela a la coartada de la
amoralidad, en la que, por ejemplo, se escudan los dramas y realities forenses
de los Estados Unidos, sino que directamente se aspira a obtener una
certificación de probidad y solidaridad
con el prójimo por el mero hecho de mostrar el horror, y acompañarlo de alguna
muestra ostentosa de indignación. Si mediante las galerías de fotos personales
los usuarios compaginan una versión venturosa de la propia vida, con estas
viñetas ignominiosas pretenden informarnos de su superioridad moral. El goce
truculento es hoy presentado con los ropajes de la buena conciencia.
* Docente-Investigador. Facultad de Ciencias Sociales, UBA y Ciclo
Inicial, UNAJ.
Aclaración: Pedimos disculpas a nuestros lectores por haber consignado esta nota como exclusiva para la revista. Su autor cometió un error y autorizó la exclusividad de la nota mientras la misma circulaba por Internet. Además el mismo día de publicada en La Tecl@ Eñe, fue publicada en la edición papel de Página 12, sección La Ventana.
Aclaración: Pedimos disculpas a nuestros lectores por haber consignado esta nota como exclusiva para la revista. Su autor cometió un error y autorizó la exclusividad de la nota mientras la misma circulaba por Internet. Además el mismo día de publicada en La Tecl@ Eñe, fue publicada en la edición papel de Página 12, sección La Ventana.
Muy bien, lindo artículo, va a levantar polvareda, jaaa atreverse a cuestionar la moral que ofrecemos con nuestros comentarios, fotos y estilo de vida, jejeje quiero ver cuantos Me gusta recibe... Saludos y que buena revista!!!
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