Por Alberto J. Lapolla*
(para la Tecl@ Eñe)
¿Soberanía nacional y alimentaria o enclave productor de commodities?
Este año la cosecha de granos argentinos asumirá un récord histórico en cuanto al volumen de la producción, se cosecharán algo más de cien millones de Toneladas de granos de cereales y de oleaginosas, la mayoría de ellos destinados a la exportación. Unos 55 millones de Tn de soja transgénica forrajera, unas 23 millones de Tn de maíz, unos 15 millones de Tn de trigo, casi 4 millones de Tn de sorgo, un poco más de 3 millones de girasol y unas 4.5 millones de Tn de otros granos. También se recuperaron varios millones de cabezas del stock de ganado vacuno, en caída desde hacía ya varias décadas. Desde el punto de vista político en el conflicto del gobierno nacional con la Mesa de Enlace, se trata de un triunfo colosal del gobierno frente a los que anunciaban de manera terrorista que durante el año 2010 íbamos a tener que importar trigo, leche y carne. Un verdadero disparate opositor, y un triunfo de las políticas implementadas por el ministro Domínguez, al costo de un aumento sensible de los precios de los alimentos en particular en carne y lácteos, como forma de alentar la producción bovina, desestimando otros caminos que no hubieran impuesto el ajuste al pueblo consumidor. Sería deseable que los 3.000 millones de subsidio ganadero que la Presidenta acaba de anunciar para fortalecer al sector, vaya acompañado de alguna rebaja de precios que no se lleve las mejoras distributivas dispuestas por el gobierno nacional. Sin embargo esta colosal cosecha, realmente apabullante, vendrá acompañada de otra cifra por demás curiosa. Dicha cosecha record se producirá con el menor número de productores agropecuarios existentes en el país desde los años ‘60. Cuando el peronismo fuera derrocado en 1955 y promediando los ’60, poseíamos -gracias a las políticas de protección de los chacareros llevadas adelante por el gobierno peronista- alrededor de 650.000 productores. De ellos 500.000 se habían hecho propietarios durante el gobierno peronista. Hoy apenas poseemos menos de 300.000 productores (las cifras oscilan entre 270.000 y 300.000 productores), es decir mucho menos de la mitad de lo que poseíamos, poniendo de manifiesto una brutal concentración de la tierra en muy pocas manos. Hoy 6900 familias-empresas son dueñas del 50 % de la tierra en nuestro país, produciéndose además una brutal extranjerización de grandes superficies que ya orillan las 20 millones de Has, proceso unido a una expulsión masiva de chacareros en los últimos treinta años. Pero si analizamos más de cerca, la situación estructural que manifiesta dicha cifra, es aun peor. De esos 300.000 productores sólo 110.000 poseen más de 100 has y sólo 80.000 producen soja transgénica forrajera, el resto unos 200.000 o 220.000 productores que poseen menos de 100 has, se dedican mayoritariamente a la producción de alimentos regionales o a la agricultura familiar, que también producen alimentos. Es de destacar que el grueso, un 95-98% de la producción de soja RR se exporta, lo mismo que la mitad de la producción de maíz y de la de trigo, con el agravante que dichas exportaciones se producen sin valor agregado alguno o con uno mínimo. Es decir que por otro camino, hemos vuelto al pleno apogeo del modelo agroexportador, más allá de destacar que el gobierno nacional y popular, utiliza gran parte de esos recursos para reindustrialziar el país y diversificar la producción agropecuaria. ¿Pero no sería mucho más racional, democrático y soberano, crear una enorme cantidad de nuevos productores agropecuarios y que ellos produjeran una diversificación productiva que seguramente nos permitiría llegar a cifras similares o mayores de producción, pero en condiciones absolutamente diferentes? En principio crearíamos un mercado interno enorme, con un gran asentamiento poblacional estable en el interior, de paso podríamos reconstruir los ferrocarriles que van de la mano con la pequeña y mediana producción agraria. Un millón de chacareros equivale a establecer en pleno campo por lo menos cuatro millones de personas, en un país hoy despoblado. Pero además llevaríamos adelante una producción sana y libre -o por lo menos con mucha menor masa de contaminación- del uso masivo de agrotóxicos, recuperando de paso la rotación agrícola ganadera que además de sanear y refertilizar natural y gratuitamente nuestros campos, nos permitiría en poco tiempo aumentar en gran número, la cantidad de cabezas de ganado de máxima calidad y alejarnos de la carne chatarra del feed-lot
¿Engordar chanchos chinos y matar a los argentinos de cáncer?
¿Engordar chanchos chinos y matar a los argentinos de cáncer?
Insistir en que el sistema de la sojización siga siendo la base de la expansión de la frontera agropecuaria y del aumento del modelo productivista, ya ha producido que el cáncer sea la segunda causa de muerte en la Argentina. Hoy -según cifras oficiales- poseemos 250.000 enfermos de cáncer, gracias a los avances de la medicina moderna ‘sólo’ el 50 % de esos enfermos morirán por el mal. Pero la cifra será mayor el año próximo y el próximo y así de seguido. Lo cual producirá la muerte de más de un millón y medio de argentinos en diez años Entonces, para qué producimos soja transgénica forrajera ¿para engordar los chanchos chinos o para matar a nuestros compatriotas en un país ya de por sí vacío poblacionalmente gracias al latifundio? ¿Tiene esto algún sentido de política nacional? Mientras la lluvia de glifosato, endosulfán, 2-4-D y demás agrotóxicos que acompañan el sistema de Siembra Directa siga adelante, se seguirán derramando más de 300 millones de litros de sustancias cancerígenas y teratogénicas sobre nuestra población, provocando cáncer y malformaciones congénitas, tal como hemos denunciado y demostrado cientos de médicos, biólogos, agrónomos, químicos, bioquímicos, ecólogos y pobladores de todo el país. Amén del contundente estudio del Dr Carrasco, de los sucesivos estudios, incontrastables de Gilles-Eric Seralini y su equipo de la Universidad de Caen en Francia, de los previos del Dr Robert Bellé, del Instituto Pierre y Marie Curie también de Francia (quien además agregó que es un verdadero disparate fumigar glifosato desde el aire), y los cientos de estudios que prueban lo mismo desde otros centros de Gran Bretaña, Italia, Rusia, Noruega y los Estados Unidos. Cabe recordar como paso previo el gran trabajo multidisciplinario coordinado por el Dr Oliva del Hospital Italiano de Rosario, en nuestro país que abracara toda la cuenca sojera. ¿Es qué acaso estamos queriendo construir una nación desarrollada y moderna pero sin gente, argentina, claro está, porque los Lewis, los Benetton, los Tompkins, los Turner, los Soros se ponen a buen recaudo de la lluvia agrotóxica. Y acá cabe una responsabilidad directa del ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación, dirigido por el Dr Lino Barañao, hombre proveniente de la industria biotecnológica, y por lo tanto éticamente incapacitado para opinar sobre el tema, pues posee intereses personales en la cuestión. Sin embargo ante el justo pedido de la Presidenta de la Nación sobre un estudio sobre los efectos reales del glifosato sobre la salud humana, luego que se conocieran los resultados demoledores en contra de la droga del estudio del Dr. Carrasco, Barañao seleccionó a dedo a un grupo de técnicos dirigidos por un agrónomo directamente vinculado a la multinacional Monsanto, para preparar un informe que se elaboró en base a un libro publicado por pedido de la empresa multinacional norteamericana a comienzos de 2000. Es decir se puso al lobo a cuidar a las ovejas, con los resultados previsibles del caso. De tal forma el glifosato salió absuelto de la acusación de producir cáncer y teratogénesis. ¿En el marco de un proyecto nacional y popular de restitución de soberanía y derechos conculcados, no sería conveniente cambiar de ministro y hacer otro estudio, serio e imparcial convocando a todos los sectores involucrados, antes que la epidemia de cáncer nos arrase? En principio bastaría con prohibir todas las fumigaciones aéreas y permitir -provisionalmente- sólo las terrestres a una distancia no menor a los 1500 metros de los poblados, y prohibir en todo el país las fumigaciones sobre las banquinas de las rutas, esas medidas ayudarían a sanear la situación. En este marco es necesario acabar con una falacia, la Siembra Directa y el sistema de la sojaRR no constituyen de ninguna manera un avance o una ‘revolución tecnológica’. ¿Cuánto suman los costos ambientales, sociales y agronómicos que dicho sistema acarrea a la producción nacional? ¿Cuánto suman los puestos de trabajo destruidos por la sojización? ¿Cuánto suman las cientos de miles de Tn de nutrientes que los cultivos exportan y que para ser repuestos cada vez hay que pagar más, afectando la fertilidad natural del suelo? ¿Cuánto suman la destrucción de millones de hectáreas de monte nativo y de las cientos de miles de Tn de oxígeno que los mismos aportaban y de CO2 que fijaban? ¿Daría ganancias dicho sistema si descontáramos estos ‘accesorios’? ¿Cuánto cuestan los enfermos de cáncer que morirán por la brutal contaminación de agrotóxicos que el sistema de la soja RR produce? ¿Cuánto cuestan las malformaciones genéticas que los tóxicos de la Siembra Directa producen? Por último, de ninguna manera y ningún biólogo, agrónomo o ecólogo puede afirmar lo contrario, es el sistema de la sojización un sistema sustentable. Por el contrario es un sistema depredatorio del ambiente que requiere de la aplicación anual de 300 millones de litros de agrotóxicos in crescendis, para mantenerlos. Es decir requiere un ingreso externo de energía permanente Por definición un sistema es sustentable cuando se renueva naturalmente, como lo era el sistema de la rotación agrícola ganadera vigente durante casi un siglo en nuestro país y que nos permitió alcanzar rindes de primer nivel mundial sin uso de fertilizantes ni agrotóxicos. Por ende es necesario acabar con dicha falacia respecto que la ‘sojización constituye una revolución tecnológica’, teoría que no resiste el menor análisis científico. A excepción que querramos compararnos con la ‘gran revolución tecnológica’ de las centrales nucleares japonesas.
Plan estratégico alimentario
Plan estratégico alimentario
El llamado Plan Estratégico llevado adelante por el ministerio de Agricultura de la Nación tuvo por objetivo destrabar el conflicto con los sectores menos concentrados de la Mesa de Enlace y aparentemente lo ha logrado. Al mismo tiempo, logró duplicar la producción de trigo, maíz y girasol poniendo de algún modo un límite al crecimiento desenfrenado del monocultivo. Todos ellos méritos valuables, si uno solo observara las cifras brutas de un modelo productivista. Pero por sobre todo montó un ‘nuevo’ Plan manteniendo la sojización con toda su depredación estructural ambiental, económica y social, como eje del mismo. Así la producción creció pero no lo hace el número de productores y no lo hará, pues al poner nuestra producción al servicio de los commodities, el precio de la tierra crecerá día a día mientras suba el precio internacional de los commodities. Por este camino todas las lacras de la sojización se acrecentarán. Así ponemos nuestro mayor ecosistema agrícola, tal vez el mejor del mundo para producir alimentos, a producir pasto-soja (la sojaRR es un forraje para el ganado, no es un alimento para el ser humano) para que China críe de manera barata sus cerdos y aves (en relación a su colosal proceso de industrialización, el costo de nuestra sojaRR es nimio para la economía china, y por el contrario les libera territorio y mano de obra para la industrialización que sino debería dedicarse a producir forraje. Mejor comprárselo a los tontos argentinos que hacen lo contrario). La India puede así producir aceites baratos para sus pobladores de menores recursos y la UE puede criar a su ganado con los balanceados obtenidos a partir de nuestro pasto-soja. Es decir el grano de sojaRR sale casi sin valor agregado de nuestro país y así subsidiamos a la industrialización de China y la India. ¿No sería mejor venderles a unos y a otros, carne producida con semejante colosal cosecha? A 520 USS la Tn las 55 millones de Tn de sojaRR poseen un valor bruto de unos 29 mil millones de dólares, pero transformadas en carne de pollo, por ejemplo, estaríamos hablando de un valor de aproximadamente 95 mil millones de dólares sin considerar el enorme volumen de trabajo agregado. Es decir estaríamos triplicando el volumen bruto de la producción creando trabajo genuino y valor agregado local y regional. Si la ecuación la extendiéramos a la producción porcina la cifra treparía aun más. Pero en el fondo se trata de salir del cáncer de la sojización, que obligatoriamente primariza nuestra producción y hace fuertes los intereses rentistas agrarios exortadores ‘por naturaleza dependientes’ como decía don Arturo Jauretche. Y esto no lo decimos de balde, Chile realiza este proceso comprándonos los granos a nosotros y exportando pollos y cerdos. Brasil se transformó en el primer exportador mundial de carne utilizando la soja como base alimentaria del ganado. ¿Carne de mala calidad?, es cierto pero la exporta igual. ¿Qué no podríamos hacer nosotros si creáramos setecientos mil nuevos productores poseedores de 300 a 600 has que pudieran recuperar la rotación agrícola ganadera y producir la mejor carne del mundo criada a campo? Hay que recordar que la sojaRR crea 2 puestos de trabajo cada 1000 has y eso sólo por unos meses, de allí la masividad del trabajo en negro y esclavo en el campo. Pero el drama no termina allí la sojaRR destruye 9 de cada 10 puestos de trabajo por el sistema de Siembra Directa. Por el contrario la agricultura familiar crea 30-35 puestos de trabajo por cada 100 has. La contundencia de las cifras hablan por sí solas, por este camino podremos llegar no a 100 millones sino a 150 millones de Tn producidas, pero el campo estará cada vez más vacío y concentrado en unidades productivas empresariales de 300.000, 500.000, un millón de hectáreas y más creando una situación de despoblamiento rural masivo y una base antidemocrática por naturaleza de la propiedad. Poco que ver con un modelo nacional y popular aplicado al campo. Sería prudente pasadas las elecciones de octubre poner en debate aquello que no se quiere debatir desde 1976: el régimen anacrónico de tenencia de la tierra y el imprescindible acotamiento del latifundio, mediante una profunda Reforma Agraria, palabra maldita si las hubiera en nuestro país luego que la dictadura genocida y el menemato la sacaran del diccionario político de los argentinos.
*Ingeniero Agrónomo genetista, historiador, Director del Instituto de Formación de la CMP
*Ingeniero Agrónomo genetista, historiador, Director del Instituto de Formación de la CMP
Más allá de los atributos del presente artículo, quiero dejar constancia de un muy afectuoso recuerdo para el compañero Alberto Lapolla, con quien tuve la posibilidad de compartir, junto a otros compañeros, intensas charlas y debates que siempre me dejaron un gran caudal de conocimientos.
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