Esta entrevista es parte de una larga
conversación, vía correo electrónico, con el poeta Alberto Szpunberg. La charla
fue surgiendo al calor de diferentes temas de interés y actualidad que
derivaron en formulaciones más generales como, por ejemplo, la pregunta por la
cultura, qué significa hablar de cultura, la pregunta por la vida misma urdida
por palabras precarias apuntaladas por sus silencios.
Alberto Szpunberg (poeta)
(para La Tecl@ Eñe)
– La última vez
que nos comunicamos me quedé con ganas de charlar sobre qué es la cultura.
– ¿La cultura? Bueno, un viejo tema ¿no?, tan
viejo como la cultura misma, aunque imaginemos: en sus primeros atisbos, mucho,
muchísimo antes de que asumiesen el pensamiento los sacerdotes y el músculo los
currantes, la cultura no se preguntaba por sí misma, no era un tema, sino la
realidad de un milagro: la vida misma, urdida como los hilos de una misma e infinita
trama... No hay palabras o no hay más que la precariedad de las palabras,
apuntaladas por sus propios silencios, para definir la cultura... A lo sumo un
poema, un trazo rupestre, un fragmento de Heráclito... Se me ocurre que bastaba
con las primeras chispas y la exhalación del aire sobre las brasas para que
brote el fuego, ese derecho elementalmente humano –aún no vigente para gran
parte de la humanidad– a la luz, al calor, al alimento... Pero no nos pongamos
serios... ¿Sabés qué? Mejor imaginemos que acaso fue por esos tiempos
prehistóricos del siglo XXI que un jefe de gobierno de la ciudad comenzó a
bailotear sospechosamente (que no es bailar...) alrededor los rescoldos al
ritmo de "Hagamos Buenos Aires". Y soplo va, soplo viene, llegamos a
este estado de cosas: fuegos más fatuos que milagrosos, hasta el límite del
macricidio...
– Luego de años de
algunas lecturas, entiendo que la cultura es el escenario en
el cual se escenifican los dramas sociales, las disputas por el poder y por el
sentido común...
– Veo, Conrado, que estás decidido a hablar
en serio... Pero permitime que te conteste a mi manera... Hay términos y
expresiones y hasta gestos muy significativos. Vos mismo hablás de la cultura
como "escenario", nueva palabreja que se las trae... La muletilla
"a ver...", otro ejemplo hoy tan de moda. Probable efecto colateral
del show corporativo, todos los pensantes profesionales, como para confirmar
cierta condición gerencial –intelectuales,
politólogos, políticos, escribas mediáticos...–, anteponen la necesidad de
"ver" antes de hablar, como si realmente se tratase de una puesta en
escena... Yo siempre creo, aún a riesgo de pecar de populismo (sé que por menos
se va al infierno...), que el más indicado para decir "a ver..." es
el pastorcito del conde Lucanor, ya que, cuando dice "a ver...", ve,
y además dice con todas las letras lo que ve: "el rey está desnudo".
Y mirá, Conrado, otro signo de los tiempos: la palabra "relato"... Es
lo "lato" que se vuelve doblemente "lato", es decir, más
dilatado, más "latoso", más dislate... Es el marido patriarcal
machista de la "lata", por supuesto femenina... Hasta la Real
Academia da una acepción sugestiva de la entrada "relato": "Se
dice del sentido que, por extensión, se da a las palabras, sin que exacta o
rigurosamente les corresponda". Más claro, agua...
– El esquema de un
emisor poderoso sigue vigente, más aún luego de las concentraciones o
fusiones empresariales y la globalización comunicacional. El receptor es un
sujeto todavía débil, maleable e influenciable fácilmente...
– Es curioso el devenir de ciertas palabras
clave... Allá por los años 40, se hablaba de la "circunstancia". La
frase era: "El ser humano es él y su circunstancia". Bastaba citar
entonces a "los doctores Ortega y Gasset" para que la conversación
adquiriese aires de seriedad, rango de "cultura". Y perdón por la
reiteración de una fuente monárquica, pero es divertido: entre otras
acepciones, la Real Academia aún explica la entrada "circunstancia"
como "el mundo en cuanto mundo de alguien". Este resabio de la
Ilustración implicaba aceptar lo inevitable: algo tiene que ver lo que le pasa
a todo ser humano –vos, yo, nuestros vecinos, el que lee estas líneas...– con
el "mundanal ruido" que lo rodea, que lo "circunda", que lo
"circunstancia".
– Esto sigue
suponiendo un debate profundo en relación a la construcción de
nuevos lenguajes, no sólo en los medios, sino en el lenguaje
cotidiano, en la lengua en la que hablamos y discutimos en la calle, en las
universidades...
– En una de sus Cartas desde la cárcel, Gramsci bromea con la palabra
"idiota" y señala cómo derivó en un término despectivo el
"idiota" de los griegos, o sea, el poseedor del "idios", de
ese don de excelencia peculiar y propio que hace que un individuo sea
destacado, sobresaliente por encima de los demás... Sin duda, Gramsci era un
lector de Dostoyevski... Pero sigamos con la deriva de algunas palabras... Tras
la "circunstancia" de Ortega, a mediados de los 50, el grupo
"Contorno" impuso la consigna del "compromiso", que se
convirtió en emblema de la izquierda y un amplio espectro progresista. Más de
un poeta confundió el significante con un estuche y, de contrabando, ocultó en
su interior un mensaje esclarecedor... Hasta Sábato se proclamó escritor "comprometido"... El
problema surgió cuando, al promediar la década, la Fusiladora demostró que, en
estas latitudes, el "compromiso" estaba más cerca de los basurales de
José León Suárez que del café parisino donde discutían Sartre y Camus. Este
sobresalto del paisaje reforzó otro término: "coyuntura". Al menos,
esta palabra implicaba una realidad más visceral. O para decirlo con cierta
malicia, más "orgánica". En efecto, "coyuntura" es, en
primera instancia, un término de la anatomía: "articulación o trabazón
movible de un hueso con otro". Sólo después, en tiempos más bravos, se
convirtió en una "combinación de factores y circunstancias que, para la
decisión de un asunto importante, se presenta en una nación". Por las
dudas, aclaro que mi cita reiterada de la RAE no es una maniobra de Repsol ni
invalida mi apoyo a la estatización de YPF... Pero, para que la cum (con) iunctura (unión) fuese una verdadera "coyuntura", una
verdadera "comunión", había que poner el cuerpo, esta única anatomía
que tenemos. Había que arriesgarse, física y espiritualmente, a ser
"orgánico". Y es lo que toda una generación asumió en los años 60-70.
Para "los muchachos" se hizo evidente que la lengua vive en el habla,
es coyuntura en serio, de carne y hueso, y no vive en el diccionario ni en la
gramática ni en los manuales, incluso de marxismo-leninismo... Por eso el Che,
que entonces nadie imaginaba como una cuestión de "diseño" (otra
palabrita reveladora...), formuló aquello de que "en una revolución,
cuando es auténtica, se triunfa o se muere". Él murió. Nuestros 30.000
muertos también murieron. Cabe sin embargo la pregunta: ¿su / nuestra
revolución murió? Mejor dicho: ¿la necesidad de su / nuestra revolución
desapareció? ¿Perdió "autenticidad"? Por favor, que nadie me diga
"a ver..."
– A mí me parece
que las teorías de la comunicación de los 70 y 80, en relación al poder
anestesiante y manipulador de los mass-medias burgueses, no está tan
perimida; sigo poniendo en cuestión la verdadera capacidad de resignificación
de los relatos, noticias, de titulares y copetes leídos rápidamente por todavía una gran
cantidad de personas de a pie que sostienen el "lo leí en los
diarios" o " lo vi en la tele". Digamos: el Receptor medio
argentino.
– Es cierto lo que planteás... Pero ahora, y
no es casual, me acuerdo de un poema de Luis Luchi, Al día siguiente: la paz, y dejame que te lo diga: "En
paz, que me dejen en paz, / no me voy a mi casa, / todos
murieron en la guerra / y los recuerdos junto a los libros / mensajes tirados
por debajo de la puerta / estallaron con la explosión de la bomba, / lo que
queda está en la calle / y no me voy por nada, / falta la
revolución". Luchi también murió, y en el exilio, y hoy acá sigue
olvidado, que es una manera de negarlo, de rematarlo. Y ese "Receptor
medio argentino" que mencionás no tiene ni idea de qué estamos hablando
vos y yo... Pero fijate: en El Masnou, donde yo viví mi exilio, conocí una
gatita que se llamaba "Nidea". Sus dueños le habían puesto así porque
nadie tenía "ni idea" de qué nombre ponerle... Para decirlo en
términos cabalísticos, la clave es siempre descubrir el Nombre del Innombrable,
y eso es una tarea colectiva, social, generalmente anónima... Y volvemos al
mito: al fin y al cabo, nombrar, llamar a las cosas por su nombre, es una de
las primeras tareas que Dios le atribuye al ser humano en los comienzos de la
Creación... (Génesis, II: 19-20)...
Ahí es cuando la intervención del Pastorcito es decisiva para llamar a las
cosas por su nombre: con o sin Indec, sólo él sabrá llamar pobres a los pobres
y ricos a los ricos, así como gobernantes y gobernados, dirigentes y dirigidos,
consumidores y consumidos... En este sentido, creo que el pueblo argentino está
dando en estos tiempos pasos importantes... No me defino como kirchnerista
porque no sé exactamente en qué consiste o acaso en qué consisto yo, que por
encima de todo me siento compañero y punto, pero me conmueve pensar que
"estos son tiempos de cristinas en flor"... Y asocio estos tiempos
con los ríos de juventud que cada vez más caudalosos desbordan las
manifestaciones populares... Entonces, con todo el pesimismo de mi escasa
inteligencia y todo el optimismo de mi delirante corazón, celebro que los
retratos de los asesinos hayan sido descolgados, aplaudo la nacionalización de
las AFJP, la Ley de Medios, la asignación universal por hijo, la expropiación
de YPF... Fijate qué hermosa palabra: "Expropiación"... Lástima que
no estén De Giovanni ni Radowitzky para disfrutarlo... ni tantos miles de
compañeros "expropiadores", porque, quien más, quien menos, éramos
todos "expropiadores". En buen romance: anticapitalistas. Eso es algo
que no debemos olvidar, porque, si no, hasta la misma memoria se volverá
mercancía... Si el "modelo" que hay que profundizar es una vuelta de
tuerca sobre el mismo modelo capitalista, estamos jodidos... Aunque aún no
terminé de asimilar la derrota catastrófica
de la Comuna, yo no sueño con un mundo donde los índices de bienestar
estén signados por el incremento de la venta de coches o televisores o
celulares... Concibo este momento como una tregua, una etapa de
"acumulación de fuerzas", para decirlo en la jerga tradicional...
Porque Luchi no está equivocado, la poesía no se equivoca, y no sé cómo ni
cuándo, pero sigue pendiente el asalto al cielo... La existencia misma de la
humanidad depende de ello...
– Todo esto es
para un debate que en este clima de parte-aguas veo difícil...
– Sí, es difícil, dificilícimo, como para
agarrarse la cabeza, pero qué apasionante... No sólo el pueblo argentino; toda
la humanidad está en una encrucijada... esa de González Tuñón: "Para que
bebamos la rubia cerveza del pescador Schiltigheim / es necesario no asustarse
de partir y volver, camaradas. Estamos / en una encrucijada de caminos que parten y caminos que
vuelven"...
Abril-Mayo de 2012
para La Tecl@ Eñe
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