Por Rubén Dri*
(para La Tecl@ Eñe)
Estamos viviendo momentos
trascendentales en la construcción del Estado y, en consecuencia, en el logro
del ethos, del hábitat, en el que es posible la vida humana en el suelo
argentino. La movida inteligente tanto en el nivel interno como en el externo
en torno a la recuperación de las Malvinas e islas adyacentes, como la
expropiación de YPF y con ella, la de todos los hidrocarburos, constituye un
verdadero hito en dicha construcción.
El concepto de soberanía atañe a
los sujetos y sólo a ellos. En consecuencia, si se lo aplicamos al Estado es
porque lo consideramos sujeto. El lenguaje común, de hecho, siempre se refiere
al Estado como sujeto. En efecto, afirma que el Estado debe intervenir en el
mercado, debe hacerse respetar, debe regular el comportamiento de los
ciudadanos. El neoliberalismo dice lo contrario, el Estado debe retirarse, no
debe intervenir en el mercado, con lo cual no deja de interpretarlo como
sujeto.
Debemos aclararnos sobre el
significado de lo que entendemos cuando hablamos de soberanía, concepto que se
suele asimilar inmediatamente al de dominio. En su sentido pleno no es tal. Un
organismo es soberano con relación a los miembros que lo constituyen. Ello no
quiere decir simplemente que domina a sus miembros, sino que éstos forman
parte, constituyen momentos de la conformación del organismo.
En una nación en la cual las
provincias que la componen forman verdaderos feudos incluso con su moneda
propia como sucedió avanzada la década del 90, el Estado deja de ser soberano.
En todo caso puede presentar una fachada de soberanía frente a otros Estados.
En esos casos, en lugar de ser un sujeto
es como un montón de piedras que cuando pretende actuar como un todo se
desgrana, como decía Hegel refiriéndose a la dolorosa realidad del Estado
alemán de su época, fragmentado en una serie interminable de pequeños estados.
El Estado bajo el dominio de la
dictadura cívico-militar genocida en lo interno no era soberano. De hecho,
había dejado de ser un sujeto para convertirse en una máquina de asesinar. Se
realizaba el proyecto hobbesiano del Leviatán construido como una máquina que
se regía por una rigurosa lógica matemática.
YPF y Malvinas, o sea, los
hidrocarburos y el Atlántico sur con todas
sus islas y riqueza marítima, son miembros del sujeto-Estado argentino,
pero no lo son de la misma manera y con
igual importancia. No es lo mismo tener una mutilación afecte a un brazo o al
corazón. Ambos son importantes y, diría, fundamentales, pero no lo son de la
misma manera. Sin un brazo o con él mutilado, el organismo puede seguir
funcionando, cosa que no puede hacer si eso le pasa al corazón.
En este sentido, YPF es al Estado
argentino como el corazón es al organismo de cualquier ciudadano. Si el corazón
falla es el sujeto el que falla. Un corazón debilitado implica un sujeto
debilitado, y si el corazón muere, el sujeto deja de existir.
La venta o privatización de YPF
realizada en la década del 90’ y las “relaciones carnales” con el imperio,
expresadas en forma humillante y ridícula con el envío de dos barquitos para
participar en la “guerra del golfo”, fueron dos muestras claras de la pérdida
de soberanía. El Estado como expresión del pueblo, de la nación, había dejado de
ser sujeto. No era capaz de “ponerse”, era “puesto”.
La tarea que se viene realizando
desde 2003 es, precisamente, la de reconstruirse como sujeto, para lo cual debe
reconquistar sus miembros perdidos, algunos de los cuales son esenciales en esa
reconstrucción. Nos referimos, como es lógico, a YPF, incluyendo a toda la
riqueza de los hidrocarburos.
Un sujeto deja de ser tal cuando
no puede crear sus propias condiciones de vida. Un Estado que pierde sus
recursos naturales, sin los cuales no puede crear sus propias condiciones de
vida, depende de otro o de otros, con lo cual se encuentra en claro camino de
objetualización, de pérdida de subjetualidad. Empleando el lenguaje común de
nuestro pueblo, podemos decir que “lo llevan puesto”. De ahí la trascendencia
de la recuperación de YPF.
El caso de las islas Malvinas y, con ellas, la
del Atlántico sur, no es exactamente igual pero tiene significativas y
profundas semejanzas. Por una parte, no hay duda de que se trata de una zona de
recursos naturales de suma importancia y, por otra, forma parte al igual que
YPF del momento simbólico del proceso de identificación del hombre argentino.
El caso está claro en cuanto a
YPF, por cuanto desde su fundación en el yrigoyenismo formó parte del
imaginario de la soberanía e independencia del Estado argentino. Pero el caso
Malvinas en este sentido no le va en zaga. Efectivamente, todo argentino desde
la escuela primaria sabe que la Argentina como realidad política, social,
cultural que lo contiene, tiene a las Malvinas como parte integrante,
injustamente invadida y retenida por el imperio británico.
El símbolo mitológico del
Leviatán elegido por Hobbes, el filósofo del imperio, para representar al
Estado, surge del ámbito en el que se forma el imperio británico, el mar. Marinos, piratas y comerciantes surcaban
los mares que, al parecer, ofrecían enormes riquezas a los audaces que se
aventuraban en sus aguas. Apoderarse de esas riquezas era la tarea, pero ello
no podía hacerse sin enfrentar a otros que tenían el mismo propósito. Holanda,
España, Francia se cruzaban en las rutas oceánicas de las riquezas.
Astutamente el imperio británico
se dio a la tarea de apoderarse de los sitios estratégicos desde los cuales
podía vigilar a los enemigos concurrentes y oportunamente asaltarlos. Es así
como el peñón de Gilbraltar, puerta de entrada al mar mediterráneo, el estrecho
se Suez, clave para la comunicación con el oriente y las Malvinas, puerta de
entrada y salida del estrecho de Magallanes son asaltados y mantenidos en su
poder.
En estos momentos en que los
países latinoamericanos van rompiendo la fragmentación que los separaba y van
recuperando práctica y teóricamente el proyecto de la Patria Grande
Latinoamericana, el Atlántico Sur en manos de imperio británico, por una parte
se constituye en una zona altamente peligrosa por la militarización impuesta
por el imperio, y por otra, se priva al continente latinoamericano de toda la
riqueza que encierran esas aguas.
Materialmente y simbólicamente,
componentes ambos de la construcción e identificación de los sujetos, la
recuperación de los hidrocarburos, de las islas Malvinas y del Atlántico Sur
constituyen momentos esenciales en la reconstrucción del Estado argentino. En
esa tarea estamos.
*Filósofo y teólogo.
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