06 mayo 2012

Política y Sociedad/Debates: Malvinas/El Test Malvinas/Presman Hugo


EL TEST MALVINAS

Por Hugo Presman*
(para La Tecl@ Eñe)

La recuperación de Malvinas el 2 de abril de 1982 constituye un hueso de pollo para el progresismo en particular, para los sectores de izquierda en general y para importantes y tal vez mayoritarios segmentos de la sociedad argentina. Y sólo queda el recurso de  tratar  de  expulsarlo de donde quedó atragantado. Imposibilitados de comprender que la historia suele utilizar, algunas veces, actores indeseables para causas nobles, desean borrar la fecha del calendario o buscar alternativas eufemísticas como hizo el radicalismo trasladándolo al 10 de junio; o como propone canallescamente Luis Alberto Romero -referente del establishment - remitiéndolo al 14 de junio, día de la derrota, de forma tal que se daría la situación paradojal que el usurpador y el usurpado coincidieran en el mismo día en la conmemoración: uno celebrando su victoria y el otro recordando su derrota.
La recuperación de las islas Malvinas fue una gesta instrumentada como una aventura. Una causa noble instrumentada por manos ensangrentadas. Entonces y ahora, sostuve que la consigna era: “Luchar en las islas y recuperar el continente”, una propuesta dialéctica en la línea de San Martín cuando ofreciera sus patrióticos servicios a Rosas, cuando la flota anglo- francesa intentaba hacer internacionales los ríos nacionales. Y luego cuando le enviara su famoso sable como expresión de su orgullo por la forma en que Rosas, con el cual tenía discrepancias profundas, había defendido la soberanía nacional. O el caso de León Trostsky, quien ante la posibilidad que el nazismo invadiera la Unión Soviética gobernada por Stalin (aquel que había asesinado a sus hijos y a la mayor parte de sus seguidores; y que había presionado para que el planeta no tuviera visado para él), uno de los protagonistas fundamentales de la Revolución de Octubre, sintetizó en una fórmula dialéctica y compleja: “Contra la burocracia soviética, defensa incondicional de la Unión Soviética.”
La idea original de la Junta Militar fue recuperar las islas y dejar un pequeño destacamento para negociar. El amplio apoyo popular a lo ocurrido el 2 de abril de 1982, exteriorizado en Plaza de Mayo el 10 de abril, cambió el plan original y con ello toda la estrategia posterior fue una fenomenal improvisación. Así se avanzó hacia un a guerra no prevista con tropas no preparadas, ello en función de un grosero error de apreciación de considerar que EE.UU optaría por Argentina contra su histórico aliado que siempre fue Inglaterra, en retribución por los lamentables servicios que la dictadura establishment- militar prestó en Centro América. Luego, cuando la Junta intentó negociar a través de la intermediación del presidente peruano Fernando Belaúnde Terry, fue la Thatcher la que saboteó la posibilidad con el hundimiento del crucero General Belgrano.
Pero es bueno recordar, contra los que tienen un posicionamiento lineal en un tema de extrema complejidad, que el 10 de abril el pueblo reunido, con un magnífico manejo de la dialéctica apoyó la recuperación pero exteriorizó su oposición con silbidos, cuando Galtieri trató de apropiarse de una representación de la soberanía popular que carecía.      

EL KIRCHNERISMO MALVINERO   

Así como el kirchnerismo es, en muchos aspectos, una ruptura con la década del noventa y en otros una continuidad, es también una mixtura de postulados nacionales y populares y aportes del progresismo en materia de derechos humanos y derechos civiles. En línea con sus posiciones nacionales y populares, el kirchnerismo tuvo desde siempre una reivindicación de la recuperación de las islas. Cuando se cumplieron tres décadas de esa fecha histórica, ciertos reparos progresistas atravesaron el discurso de la presidenta de la nación en el acto conmemorativo realizado en Ushuaia
Esto mereció el muy infrecuente elogio de  Joaquín Morales Solá en La Nación con el título de “Un giro hacia la sensatez”: “Contradijo, por momentos, lo que hace con lo que dice, pero su discurso en un aniversario redondo de la guerra por las islas Malvinas, fue un conjunto sensato, sin fisuras…”
Osvaldo Pepe en Clarín editorializó ese día en el mismo sentido: “La Presidenta recordó ayer los 30 años de la guerra de Malvinas. Dio un discurso enérgico y prudente, separó la aventura militarista de 1982 del compromiso histórico del pueblo argentino con la causa de Malvinas, reivindicó la memoria y el derecho a la identidad de los soldados muertos, tarea que delegó en la Cruz Roja. Reiteró los derechos soberanos argentinos sobre las islas, la vocación pacifista del reclamo nacional y el guiño a los isleños para que sus intereses sean reconocidos en cualquier negociación con Gran Bretaña. Habló como la responsable de los destinos del Estado argentino y no como la jefa de una fracción política, roles que a menudo confunde en sus arengas vespertinas del microclima de la Casa Rosada. Cuando no se deja llevar por los enojos y transforma su tendencia a la beligerancia verbal y las chicanas en un mensaje más mesurado y sosegado, como ayer, la Presidenta se luce.”
Para Alfredo Leuco: “El 2 de abril debe ser nuestro día de luto. Nuestro día de reflexión para pensar en la patria. Pero en la verdadera patria.”

EL MALESTAR DEL PROGRESISMO

Desde Página 12, Luis Bruschtein escribió bajo el título “La gran estafa”: El pueblo argentino no decidió esa guerra”, afirmó la Presidenta en su discurso desde Ushuaia. Se ha discutido mucho sobre el respaldo popular a la guerra, expresado en la famosa movilización ante la cual habló Galtieri desde los balcones de la Casa Rosada. Pero la Presidenta usó el verbo decidir y no el verbo apoyar. Porque las dos cosas son ciertas: el pueblo fue puesto frente al hecho consumado de la guerra que decidieron los militares de la dictadura y apoyó un hecho que no había decidido.”
A Cristina Fernández y al editorialista de Página hay que recordarle que no se conocen casos en que el pueblo es convocado a un plebiscito para que decida si va o no a la guerra. Más adelante escribió: “Treinta años de democracia, el juicio a los represores, el Informe Rattenbach y los testimonios coincidentes sobre los maltratos que sufrieron los ex conscriptos demostraron que la guerra fue una gran estafa. Una estafa para los soldados que lucharon con valentía en una causa para la que habían sido convocados, una estafa a los que hicieron donaciones solidarias que nunca llegaron a los soldados. Como no podía ser de otra manera con una dictadura de esa calaña, la guerra fue una gran estafa al pueblo argentino.” Bruschtein desde una posición progresista, ignora la heroicidad de los aviadores y de muchos oficiales que son arrojados en el basurero de la historia como una gran estafa. Cita el Informe Rattenbach omitiendo que reivindica la recuperación de las islas y critica la improvisación de cómo se instrumentó. El habitualmente equilibrado analista político de Página 12 Mario Wainfeld, no puede evitar la molestia que la fecha le causa y escribió el 1-04-2012:                   “Los héroes de Malvinas, los hay, son los que viajaron sin fines subalternos. En parte fueron víctimas de la estulticia militar, muchos de su brutalidad. Pero también fueron protagonistas de una historia que no podía terminar bien. No lo sabían, no especularon, sólo merecen respeto y gratitud……..El 2 de abril es un feriado extraño, restaurado en democracia por el gobierno de Fernando de la Rúa. El 24 de marzo de 2001, al cumplirse 25 años del golpe militar, hubo actos masivos repudiándolo. El presidente y en especial su ministro de Defensa, Ricardo López Murphy, quisieron compensar a las Fuerzas Armadas (bien mirado, a un sector retrógrado de ellas) reponiendo la fecha elegida por la dictadura. Es el Día del Veterano y de los Caídos en las Islas Malvinas: nada se celebra de la guerra ni del desembarco... aun así la fecha sigue siendo indigesta. Puede haber otras, menos connotadas por la demasía dictatorial. La Presidenta discurrió al respecto en discursos pronunciados este año, tal vez en 2013 la efemérides quede mejor situada.”
Desde el diario Tiempo Argentino, el periodista Hernán Brienza, integrante del Instituto Dorrego, escribió: “A 30 años del intento de recuperación de las Islas Malvinas–aunque estemos inmersos en un clima de nacionalismo de distintos calibres, de raíz popular o aristocrático, de liberalismos enajenantes u oportunistas, de anglofobias y anglofilias– hay que ser taxativos, concluyentes y excluyentes: por ninguna razón, motivo o inspiración podemos decir que los sucesos del 2 de abril de 1982 constituyeron una gesta nacional y popular……. El 2 de abril no fue ninguna gesta. Fue una canallada más. Una canallada que, incluso, ofende y ultraja a los propios héroes de Malvinas.”  Es evidente que recortar el 2 de abril como “el Día del Veterano y de los Caídos en las Islas Malvinas, es una salida diplomática, un atajo para no correr la fecha y castrarla en su integral potencialidad.
El analista Luis Tonelli, siguió la misma línea desde las páginas  de la revista Debate: “Otro 2 de abril. Y es bueno saber qué conmemoramos. Porque no conmemoramos la etílica decisión de un sangriento dictador de ir a una guerra (que él creía, estúpidamente, que no iba a suceder, sólo por haber hecho el trabajo sucio de entrenar a los contras nicaragüenses a pedido de los halcones estadounidenses). Menos que menos conmemoramos la complicidad de los grandes medios para generar un optimismo feliz cuando miles de soldados caían en esas islas heladas. Tampoco conmemoramos la ilusión ingenua de los argentinos que salieron ese día a la calle a festejar dando rienda suelta a su manipulable y manipulado nacionalismo cavernícola. Porque, como no puede ser de otra manera, la gente también se equivoca, y para expurgar culpas siempre encuentra a algún chivo expiatorio, como lo hicieron, injusta e increíblemente, con los pobres combatientes, a quienes no queríamos ver; a quienes queríamos barrer debajo de la alfombra. Tenemos que conmemorar, sí, el sacrificio de los que estuvieron allí y pasaron mil penurias en las circunstancias más adversas. A los muertos y a los heridos, muchos de ellos no físicamente, pero sí heridos profundamente en su alma.”
El licenciado en filosofía Ricardo Forster, referente importante de Carta Abierta expresó: “……en días de oscuro recuerdo, escuchamos, y algunos muchos se sintieron convocados al fervor nacionalista, las vociferaciones de un general borracho y presidente dictatorial de un régimen homicida que reivindicaba el “derecho soberano sobre las Islas Malvinas” en el mismo momento en que se cercenaban todos los derechos del pueblo, se torturaba y se hacían desaparecer a miles y miles de compatriotas. Como decía con voz profética Karl Kraus, sin la complicidad de los grandes medios de comunicación es muy difícil movilizar las energías de una sociedad hacia una empresa bélica. En el tiempo dominado por la dictadura la estrategia del terrorismo de Estado y la aventura militarista de Malvinas encontraron en los principales diarios una perfecta caja de resonancia. Eso tampoco elude la necesidad de interrogar críticamente por lo que atraviesa y contamina a una parte importante de la sociedad en esos momentos en los que los sonidos furiosos de la guerra se convierten en traductores de una oscura conciencia social. Los argentinos nos debemos una revisión de esos días de 1982…… Víctima y derrotada, la verdad sigue, sin embargo, buscando con paciencia el camino hacia la conciencia de los contemporáneos. Insiste contra falsas apologías y contra el permanente esfuerzo del ocultamiento militar y de sus múltiples voces que siguen buscando borrar las tramas de la infamia, como esa que se expresó, el reciente 2 de abril en Ushuaia, a través del presidente de la asociación de ex combatientes de Tierra del Fuego o como, durante aquellos días de trágica memoria, lo hiciera la prensa hegemónica que celebró la aventura militarista como si estuviéramos gobernados por ilustres estadistas democráticos. Después de ese discurso hinchado de frases cuarteleras, extraído de una mitología del heroísmo y que pasó por alto la responsabilidad de los altos mandos y de muchos oficiales en los abusos, torturas y maltratos contra los soldados argentinos y que desconoció la profunda ilegalidad de la acción emprendida por la dictadura genocida que retrasó en décadas la resolución positiva para los intereses argentinos del conflicto con Gran Bretaña, la intervención de la Presidenta de la Nación constituyó no sólo una gran pieza oratoria sino una profunda y decisiva reivindicación de la memoria y la verdad históricas.” El politólogo Edgardo Mocca, intentando una mirada con más aristas, sin embargo escribió en la revista Debate: “Es muy importante la separación conceptual que hizo la Presidenta en su primer mensaje después de reasumir sus funciones, entre la aventura de la dictadura militar orientada a garantizar su perpetuación en el poder y la reivindicación de la soberanía nacional en las Islas. No cambia en absoluto la cuestión el hecho innegable de la masividad de los apoyos populares que recogió la operación de abril de 1982; éste es un tema que merecería un tratamiento más serio que la descripción de aquellas multitudes como rebaños irresponsables arrastrados por la manipulación de un grupo de dictadores. La guerra de Malvinas no fue la única ni la última guerra en el planeta; el nacionalismo argentino no es el único ni el peor nacionalismo de la tierra.”

LOS INTELECTUALES PROMALVINENSES

Cierta ironía los ha bautizado como intelectuales K, de kelpers. Al grupo de los 17 primigenios, luego engrosados por otros de similares características, los aglutina el antikirchnerismo visceral.
Se tiene la presunción de que si el gobierno decidiera renunciar a las Malvinas, ellos se convertirían en nacionalistas a ultranza. Su preocupación principal es el destino de 1.500 malvinenses. En su documento fundacional, “Malvinas: una visión alternativa” puede leerse: A tres décadas de la trágica aventura militar de 1982 carecemos aún de una crítica pública del apoyo social que acompañó a la guerra de Malvinas y movilizó a casi todos los sectores de la sociedad argentina. Entre los motivos de aquel respaldo no fue menor la adhesión a la causa-Malvinas, que proclama que las islas son un “territorio irredento”, hace de su “recuperación” una cuestión de identidad y la coloca al tope de nuestras prioridades nacionales y de la agenda internacional del país… La República Argentina ha sido fundada sobre el principio de autodeterminación de los pueblos y para todos los hombres del mundo. Como país cuyos antecedentes incluyen la conquista española, nuestra propia construcción como nación es tan imposible de desligar de episodios de ocupación colonial como la de Malvinas. La Historia, por otra parte, no es reversible, y el intento de devolver las fronteras nacionales a una situación existente hace casi dos siglos –es decir: anterior a nuestra unidad nacional y cuando la Patagonia no estaba aún bajo dominio argentino– abre una caja de Pandora que no conduce a la paz….La afirmación obsesiva del principio “Las Malvinas son argentinas” y la ignorancia o desprecio del avasallamiento que éste supone debilitan el reclamo justo y pacífico de retirada del Reino Unido y su base militar, y hacen imposible avanzar hacia una gestión de los recursos naturales negociada entre argentinos e isleños”
Treinta días después emitieron otro documento, donde puede leerse: “ La guerra de Malvinas debe ser condenada sin cortapisas. Como argentinos, desaprobamos que el 2 de abril haya sido declarado "Día del veterano y los caídos en la guerra en Malvinas" como si esa efeméride conmemorativa pudiera ocultar que, feriado mediante, es la causa Malvinas la que se está reivindicando, como si fuera una causa justa pero "en manos bastardas". La elección del 2 de abril es, en verdad, un ejemplo claro de la ambigüedad oficial que en relación a la guerra mantuvo la democracia y que se agravó en los últimos años. Por un lado, no se deja de execrar a la dictadura pero, por otro, se instituye la recordación de esa guerra como parte de una justicia que implica aceptarla en nuestra historia como episodio positivo a ser rescatado más allá de lo que pretendían sus ejecutores. Precisamente el 2 de abril, día de la invasión a las islas, fue el momento culminante de aquella tragedia, ya que lo demás se dio por añadidura.”
Se puede observar en uno de los párrafos finales, la pluma de habituales escribas de los medios hegemónicos que mixturan amores abstractos y librecambio: “Una Argentina cerrada y ensimismada en el victimismo y sus propias razones o una Argentina abierta al mundo y capaz de articular sus intereses y aspiraciones con las de todos los seres humanos, comenzando por los vecinos.”
No deja de ser llamativo, que desde posiciones actuales opuestas, el ensayista Ernesto Laclau y el periodista Horacio Verbitsky también califican al 2 de abril  como una invasión a una islas que reconocen que nos pertenecen.
Los firmantes del segundo documento de los intelectuales pro-malvinenses son: Emilio de Ípola, Pepe Eliaschev, Rafael Filippelli, Roberto Gargarella, Fernando Iglesias, Santiago Kovadloff, Jorge Lanata, Gustavo Noriega, Marcos Novaro, José Miguel Onaindia, Vicente Palermo, Eduardo Antín (Quintín), Luis Alberto Romero, Daniel Sabsay, Beatriz Sarlo, Juan José Sebreli, Graciela Fernández Meijide, Jorge E. Torlasco, Marcos Aguinis, Carlos D. Malamud, José Emilio Burucúa, Liliana De Riz, Pablo Avelluto, Susana Belmartino, Rogelio Alaniz, Cristina Piña, Sylvina Walger, Federico Monjeau, Marcela Ternavasio, Luis Príamo, Patricio Coll, Ricardo López Göttig, Hugo Caligaris, Raúl Mandrini, Rodrigo Moreno, Emilio Perina, Héctor Ciapuscio, Hugo Vezzetti, Juan Villegas, Anahí Ballent, Edgardo Dobry, Marylin Contardi, Osvaldo Guariglia, Raúl Beceyro, Emilio Gibaja, Jorge Goldenberg, Rubén Perina
No integra este grupo, pero mercería que lo seduzcan, el crítico literario y traductor Daniel Waissbein quien en Perfil del 7 de abril titula: “Las Malvinas no son argentinas” y donde afirma: “Puesto que no tenemos derecho a las Malvinas por razones históricas y geográficas, el único motivo por el que cabría esperar que pasasen a nuestro país, sería el deseo de sus habitantes de ser argentinos. ¿Cual es su voluntad? La respuesta es clara. No quieren. Desde su punto de vista, el único que interesa, tienen razón. También la tuvo el primer ministro Cameron cuando acusó a nuestro  gobierno, recientemente de neocolonialismo. La frase no gustó. En efecto, hay verdades que ofenden. Imponer la voluntad y los intereses de una potencia a sus habitantes de otro territorio es, sin embargo, la perfecta definición de colonialismo, tanto neo como pasado de moda. Esa es, curiosamente, la posición de nuestro canciller. Los malvineses prefieren ser ” 

ALGUNAS POSICIONES DE LA IZQUIERDA      

Gustavo Cangiano en su nota “Razón y Revolución junto a los kelpers y contra la Argentina” inteligentemente sostiene: “Un grupo de estudiantes y docentes de la UBA para quienes el gran problema que tiene el Partido Obrero (en cuya órbita giran) no es el exceso de cipayismo (es decir, incomprensión de la cuestión nacional argentina y latinoamericana) sino un déficit de izquierdismo.
En consecuencia, lo que RyR reprocha al PO no es, por ejemplo, que haya condenado la recuperación de las Malvinas cuando ésta se produjo, en abril de 1982, sino que la haya apoyado en forma oportunista un poco más tarde, al advertir que las grandes mayorías populares la apoyaban. Y la crítica de RyR al PO se extiende a todas las organizaciones de la izquierda argentina que hace 30 años llamaron a enfrentar al imperialismo británico: según RyR hubiera correspondido condenar la “invasión” argentina y trabajar en favor de la victoria de las fuerzas británicas.
Esta postura ultraizquierdista y ultradesmalvinizadora de RyR está expuesta con toda claridad en un libro que acaban de editar: La izquierda y la Guerra de Malvinas. Reúne textos de Adolfo Gilly, Alan Woods y Alberto Bonnet, añadiéndoles una introducción de Fabián Harari. El libro pone de manifiesto que la ofensiva desmalvinizadora desatada por el imperialismo admite socios muy “marxistas” y hasta muy “trotskistas”, como los autores del libro. Pero el absurdo no concluye aquí. Sigue Cangiano: “Tras negar la condición semicolonial de Argentina, RyR y sus autores preferidos nos invitan, consecuentemente, a negar también la existencia del imperialismo: “no puede hablarse de ningún ‘imperialismo anglo-yanqui actuando en el conflicto de Malvinas”, escribe contra toda evidencia Bonnet. Explica el absurdo del siguiente modo: “algunas vertientes de la izquierda argentina identificaron como enemigo al imperialismo anglo-yanqui, y esto merece ser analizado más detenidamente. Ante todo, es necesario advertir el carácter ambiguo de esta categoría, que sugiere una concepción conspirativa en la que grandes potencias imperialistas actúan mancomunadamente en la opresión de países dependientes (…). Yendo a la guerra de Malvinas, específicamente, no operó en el conflicto ningún actor que podamos identificar como ‘imperialismo anglo-yanqui”.
Desde Méjico, el ensayista marxista argentino Guillermo Almeyra sostiene: “No es de extrañar pues que ahora no se recuerde que hubo gente que mantuvo una posición principista, opuesta a la idea de que quienes se enfrentan son los estados (que además se confunden con sus gobiernos) y basada en cambio en la diferenciación, por un lado, entre las clases explotadas y oprimidas y, por el otro, las clases dominantes que están unidas por la defensa del régimen de explotación, a pesar de sus disputas y de las fronteras. Quien no aprende de la experiencia pasada es peligroso para su pueblo y la democracia.”
A su vez el ensayista Eduardo Gruner integrante de los intelectuales del Frente de Izquierda, contesta al grupo de los 17, con variados y contundentes argumentos, y tiene una opinión matizada. Por un lado sostiene:  “Desde una posición de “izquierda nacional”, digamos, que era la nuestra entonces, ¿cómo no estar decididamente a favor de la lucha contra el colonialismo inglés ocupante de nuestro propio territorio? Por otro lado, ¿significaba eso suspender nuestra propia batalla “interna” contra la dictadura? Allí, nuevamente, había que diferenciar entre la recuperación del “bien común” y las intenciones de quienes estaban conduciendo  esa “recuperación”, apostando tal vez a que las masas movilizadas en pos de esa causa continuaran  su movilización también contra la dictadura. Pero era una apuesta difícil, sin garantías, desgarradora. Que ahora “los 17” nos vengan a decir no solamente que todo estuvo siempre claro, sino que hay una especie de redención  de nuestros “pecados” en la aceptación de una “autodeterminación” de los isleños, es francamente un insulto a la inteligencia.” Por otro lado escribe: “Y los firmantes, hay que decirlo, eligieron la peor  de las “retóricas” posibles. Nada casualmente, el documento empieza con una parrafada de condena a la canallesca aventura militar de 1982. Por supuesto, ¿quién podría estar a favor de esa  manera de recuperar las Malvinas, con esas  intenciones ocultas y todas las barbaridades que sucedieron allí?”  
Todos los distintos sectores de la izquierda nacional que históricamente tuvieron de referentes a Jorge Abelardo Ramos y Jorge Enea Spilimbergo, reivindican el 2 de abril.
El periodista Federico Bernal adscripto a esa corriente ideológica, en  el diario Tiempo Argentino reflejó en una serie de fascículos distintos aspectos poco frecuentados y absolutamente ignorados por los otros medios, entre ellos el informe Franks que fue el  presentado a la Cámara de los Comunes sobre el conflicto, en donde se afirma en su punto 228 que: “El gobierno argentino no había provocado el incidente de las Georgias del Sur.”
Desde el otro extremo, el del nacionalismo oligárquico, se hace de la causa Malvinas un subterfugio acrítico a través del cual se pretende reivindicar a los cómplices o ejecutores del terrorismo de estado.           

LOS DIARIOS DEL 2 DE ABRIL

Tomaremos las portadas de dos diarios ideológicamente opuestos. El diario La Nación colocó la foto de veteranos kelpers de la guerra de 1982  con la leyenda de “cientos de isleños se congregaron en el Monumento a la Liberación, en Puerto Argentino” y con un titulo grande: “Inflexibles, los kelpers se movilizaron por el 2 de abril”. Podrían ser los títulos del único semanario de las Malvinas. Pero son de la “Tribuna de Doctrina” fundado por el hombre que arrasó al Paraguay y las provincias norteñas. “Página 12”, desde el progresismo tituló: “A 30 años de Malvinas LA OTRA GUERRA”. Cuatro conscriptos, veteranos de guerra, cuentan sus experiencias en las islas, donde fueron testigos y víctimas de maltratos, hambrunas, congelamientos, estaqueadas y otras torturas aplicadas por sus propios jefes”
Hubo hechos indignos de estas características que deben ser castigados severamente como delitos de guerra imprescriptibles. Pero de ahí a sostener que este es el hecho central de la guerra en que devino la recuperación de las islas, además de falso es sacar el foco de lo principal. Si hubiera sido así, no se explica cómo los ingleses necesitaron 44 días para recuperar las islas y continuar con la usurpación. Es como si el 27 de octubre, cuando Página 12 saque un número especial para recordar el segundo aniversario de la muerte de Kirchner, colocara en tapa: ¿Dónde están los Fondos de Santa Cruz?
Esta mirada sesgada, sume en un olvido tan profundo como injusto, a los oficiales que lucharon valientemente, a los aviadores que realizaron verdaderas hazañas, a los que honestamente creyeron que estaban protagonizando un hecho histórico. 

EL TEST MALVINAS

A esta altura del análisis cabe preguntarse ¿Por qué Malvinas puede colocar de un mismo lado condenatorio, a los que en muchos otros temas están enfrentados? ¿Por qué coinciden en denostar el 2 de abril como fecha histórica, el establishment, el progresismo, los intelectuales pro- malvinenses, sectores de izquierda, la presidenta malvinera Cristina Fernández?
Porque Malvinas, en una aproximación provisoria, es en muchos aspectos, un test sobre la influencia de la colonización cultural a que nos somete el imperialismo.
Para el establishment, fue imperdonable enfrentar a la OTAN, que no era obviamente la intención de la Junta. Para el progresismo, que necesita  como en las películas de cowboys, que quede claramente establecido dónde están los buenos y dónde los malos, Malvinas es un intríngulis. Cuando todo viene muy mezclado, el progresista prefiere permanecer en una torre impoluta y no ensuciarse con el barro de la realidad.
Para los intelectuales pro-malvinenses, porque muchos de ellos son tributarios de la colonización cultural, “europeos” exiliados en estas tierras “arrasadas” por los populismos, siendo el kirchnerismo el enemigo a vencer, incluso haciendo una alianza estratégica con los malvinenses. Versión actualizada de los unitarios exiliados en Montevideo que apoyaban a los invasores extranjeros en su afán de derrocar a Rosas.
La presidenta Cristina Fernández, tiene ciertos reflejos progresistas que son buenos cuando corren paralelo a lo nacional y popular, pero no cuando se superponen y terminan cambiando el significado y valoración del 2 de abril.

Conduce el programa radial El Tren, en radio Cooperativa

27-04-2012

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