Contradicciones en torno a la
Legalización del Aborto
Por Jorge Garaventa*
(para La Tecl@ Eñe)
“La lucha por el
derecho al aborto es una lucha por la libertad de las mujeres y no en contra de
la maternidad”-
Marta Rosemberg
“Nunca reino
alguno derramó mas sangre que el reino de Cristo”- del film “Los perros de paja”
Ilustración: Nest
Nos proponemos no repetir los argumentos que
circulan en los medios, mas allá de los imprescindibles para tornar entendibles
los nuestros. Pretendemos que quede clara la diferencia cuando narramos algo de
cuando lo especulamos. La información está suficientemente chequeada en más de
una fuente. Las especulaciones son apenas conjeturas para intentar pensar junto
a eventuales lectores.
Lo cierto, y valga la redundancia, es que el
proyecto que apunta a legalizar la interrupción del embarazo tiene destino
incierto, y no solamente por la cementada oposición de los sectores mas
reaccionarios de la sociedad ligados fundamentalmente al reino clerical, sino
por las contradicciones, defecciones y vacilaciones de sectores progresistas.
El entrecruzamiento causal que hace difícil
el tránsito de la normativa es complejo y multideterminado. Su elucidación
requiere tener en cuenta vastas cuestiones de las luchas del poder, pero a su
vez reclama desandar alternativas sencillas o explicaciones que están a mano,
ya sea por cotidianas o por políticamente correctas, o incorrectas.
Ya veremos que la imposibilidad de acceso a
aborto afecta, con sus más y sus menos a las mujeres en general pero cuando
pensamos el camino vedado a que sea gratuito y universal, el sector social
afectado se comprime notoriamente.
Tenemos entonces dos cuestiones a
puntualizar; un problema de género por un lado y un problema de clase por el
otro.
Todo esto, obviamente, recala en la atmosfera
asfixiante de la doble moral. No pocas veces los sectores mas acomodados de la
estructura social fogonean su oposición a la legalización del aborto, mientras
siguen usufructuando los cómodos circuitos de intervenciones clandestinas. Queda
para las mujeres menos favorecidas económicamente, apenas desprotección y
muerte. Y saben quienes transitan el tema que estamos lejos de exagerar con
estos dichos.
Pero aquí es imprescindible una aclaración
para evitar lecturas tendenciosas de lo que venimos diciendo: provenga del sector social que proviniere,
ninguna mujer quiere el aborto. Es el desgarrante cierre de un proceso de
múltiples significaciones donde paga tributos, inimaginados por quien está
fuera de la situación, por hacerse cargo de su deseo, o de su no deseo. Tributo
que le hará soportar sobre sus espaldas la insostenible renuncia a su “natural
destino materno” y encima al costo de tatuarse una “muerte” en la conciencia.
Estas dolorosas emociones y muchas mas transitan la mente angustiada y
acorralada de aquella mujer que se descubre con un embarazo no buscado, y aún
mas, no deseado.
Liliana Mizrahi en su magnífico libro “Mujeres Libres y Crímenes Sociales”, y
que sabiamente subtituló “La
Penalización del Aborto y la Aceptación del Abuso”, dice: “A
las mujeres no nos gusta nada abortar, es feo, es doloroso, es triste, es
intransferible. Cuando no tenemos más remedio que abortar porque no queremos
seguir con algo rechazado, de afuera vienen sentencias que nos ensucian la
conciencia con normas irrecuperables para la reflexión.”
Las voces más “benévolas” aportan soluciones
humanitarias, como por ejemplo el destino probeta. Habiendo tantas parejas en búsqueda de la adopción, que mejor que
purificarse y durante nueve meses convertirse en un frasco donde madure ese
embrión para luego poner en circulación en el mercado de los recién nacidos.
Poco importa en estos casos el calvario que significaría para la mujer. Después
de todo estaría purgando el pecado del placer sexual y de la independencia del
deseo, que como sabemos, para el patriarcado son tramitaciones imperdonables.
Hay una paradoja que estas cuestiones
sociales agitan en forma de contradicción. Quienes sostienen la legalización
del aborto son tal vez quienes menos desean que una mujer aborte y por ende la
defensa del derecho a la vida se despliega tan naturalmente que no necesitan
escudarse detrás de consignas estridentes. Ocurre que quien ha hecho una
aproximación humanitaria hacia el tema, no puede menos que sensibilizarse
profundamente ante el sufrimiento psíquico y físico de la mujer que debe
transitar esa circunstancia. Hablamos de sensibilización como un proceso activo
que devenga en algo mas que la simple y aunque valiosa, insuficiente empatía.
Cuando se logran sacudir los argumentos
reaccionarios, infiltrados de moralina y descalificación misógina, es más fácil
encuadrar el reclamo en un pedido de derecho a la vida.
Aquí cabe una aclaración. Quienes trabajamos
desde el psicoanálisis diferenciamos entre embarazo no buscado y no deseado,
cuestión que cobra fundamental importancia tanto en la clínica como en la
apropiación vital que cada individuo haga de su propia historia. Sinonimizamos
al solo efecto de respetar el consenso lingüístico y porque dicho
discernimiento no es fundamental para la buscada legislación.
La otra cuestión que se va desprendiendo per
se es que el aborto está lejos de ser un
problema exclusivo de aquellas que deben enfrentarse con la decisión. Estamos
ante una cuestión de salud pública que exige la activa intervención de las
instituciones del estado para garantizar su solución.
También aquí es prudente una nueva
disquisición. No siempre se llega a la necesidad de recurrir a la cirugía
abortiva como producto de un embarazo no deseado. Nos hemos encontrado con dilemas
éticos que se plantean mal y se resuelven peor, pero finalmente es siempre el
riesgo de vida de la mujer el costado hacia el que se inclina el fiel de la
balanza.
Nos conmovieron los medios hace un tiempo,
aunque rápidamente pasó de moda, con el caso de Ana María Acevedo. Se trataba
de una joven mujer con una pequeña hija y embarazada por segunda vez. A Ana
María se le descubrió un cáncer y era de urgencia aplicarle quimioterapia para
lo cual se imponía un aborto o una cesárea. Son los llamados abortos no
punibles, aquellos habilitados legalmente y para los cuales no se necesita
ningún tipo de autorización judicial. Es una práctica médica que solo requiere
consentimiento informado de la paciente, o en su defecto, de los familiares mas
directos. Lo cierto es que se inventaron dilaciones y en medio de falsos
pruritos y la desidia de la justicia, los comités de ética y los profesionales
afectados, falleció Ana María, falleció el bebé en gestación, una niña pequeña
quedó huérfana, un hombre joven viudo y una familia destruida. Los defensores
de la vida y de la familia a ultranza rompieron todo pero lograron el objetivo
de máxima…el aborto no se practicó. Como dice la ya citada Liliana Mizrahi en
relación a los grupos Pro Vida: “Generan
muerte. Muerte en vida y muerte muerte.”
Una de las dirigentes de estos grupos reaccionarios señalaba con macabra
lógica: “Sabemos que nuestra posición
puede sonar dura en estas circunstancias, pero también que si defeccionamos se
va a producir el desmadre”. Preguntamos: ¿habrá fundamento mas claro?
Desmadre…salirse de madre…dejar de ejercer la función natural por la cual Dios
creo a la mujer de la costilla de Adán. Para producir hijos o morir en el
intento.
Sabemos justamente que lo que la cultura patriarcal tiene reservado para la
mujer es su rol de proveedora
de hijos con lo cual se captura su sexualidad, que desligada del placer propio
tiene fines profundamente mas altruistas que el orgasmo egoísta y se captura
también su libertad que queda ligada a la crianza y las tareas domésticas. Por
eso resulta tan insoportable la sola idea de permitir que se despliegue el
derecho a decidir ya que, si decide sobre su maternidad finalmente decide por
su deseo todo. Y el precio a pagar por semejantes desatinos es alto, como lo
hemos mostrado en distintos escritos sobre femicidios y mujeres quemadas para
el escarmiento.
El temor del hombre a la libertad de la
sexualidad y el deseo femenino se convierte entonces en dogma moral. Si en el
camino a ese objetivo de control se va la vida de una mujer, es un detalle que
está incluido en el costo del mantenimiento del sistema.
Que la prohibición del aborto produce mas
muertes que las que dice evitar quien sostiene su ilegalidad es una verdad de
Perogrullo, pero a su vez es un dilema con la mirada puesta en un falso eje ya
que no se trata de ver que ecuación produce menos muertes sino como se
establecen medidas y políticas preventivas.
Hace ya mas de un lustro que tenemos ley de
educación sexual y mucho más que nos jactamos de tener conciencia. Sin embargo
ni Nación ni las provincias han implementado los recursos que permitan su
ejecución. Mientras tanto el embarazo adolescente sigue en crecida…las muertes
por abortos clandestinos también.
No vamos a gastar muchos renglones en
polemizar con los sectores clericales dirigenciales. Su rol durante la última
dictadura nos dispensa. No podemos aceptar como interlocutores válidos a
quienes asistieron a torturadores o pidieron resignación y arrepentimiento a
jóvenes maniatados, torturados y hacinados, antes de ser asesinados. O a
quienes fueron espectadores complacientes del robo de niños.
Sabemos que hay hombres y mujeres de la
iglesia que están lejos de haberse comportado tan cruelmente, Pero la política
hegemónica de los representantes Vaticanos fue y es esa. Más allá de tibios
lamentos la iglesia poco y nada ha dicho sobre situaciones de abuso sexual
infantil y de tráfico de niños donde
muchos de sus hombres se han visto involucrados. Y también sabemos que ligada
que está la política del prohibición del aborto con la de venta de bebes con
fines adoptivos.
Comenzamos hablando del destino incierto de
los proyectos de legalización de la interrupción del embarazo. Y vamos a cerrar
mostrando nuestros porqué. Hace unos años, con motivo de estar impulsando la
ley de Unión Civil acompañamos a representantes del colectivo homosexual a
rondas de intercambio con distintos representantes partidarios y legislativos.
La entrevista con la entonces Senadora por Santa Cruz, Cristina Fernández, la
mostró con una postura amable pero firme. Apoyaba sin reservas la Unión Civil.
Dijo y fue evidente que estaba muy preocupada e informada de aquellos bolsones
de desigualdad que aún persistían en democracia. De los reclamos que los distintos colectivos agitan, hay dos que no
tengo resueltos porque rozan los límites de mis convicciones, la adopción de
niños por parte de parejas del mismo sexo y el aborto, mas allá de cuestiones
médicas recomendables o para embarazos productos de abusos o violaciones,
comento convincente…
Por eso aquella noche de junio de 2010 tanta
expectativa generaba en el colectivo homosexual la reunión que Néstor Kirchner
mantenía con el grueso de los bloques parlamentarios propios para consensuar
posiciones sobre la Ley de matrimonio Igualitario. La Iglesia había jugado a
todo o nada poniendo a la feligresía en la calle. El ex presidente logró
unificar a la tropa pero faltaba tal vez lo mas difícil…convencer a Cristina
Fernández que el gigante necesitaba un empujón contundente. No era fácil la
partida. Nadie sabe de qué se trató aquella comunicación telefónica. Pero lo
cierto es que pese al crudo invierno Néstor reapareció feliz y sudoroso. La
flaca aceptó, dijo. ¿Todo? terció un asombrado Senador…todo, dijo Kirchner,
adopción y derecho a herencia.
Hoy apenas sabemos que la Presidenta no ve
con simpatía ser la mandataria que habilite una práctica que le produce
contradicciones personales. Sabemos también que repite que no hará nada para
propiciar la normativa pero tampoco para impedirla. Vemos la poca plasticidad
de los alfiles del oficialismo para impulsar algún movimiento. Vemos, como en
el 2011 que el hecho de que el proyecto haga pie en una comisión significa
poco, y nadie parece querer jugarse por la transversalidad que implica la
libertad de conciencia, porque los números ahí se tornan aún más inciertos.
Nos cuesta pensar, por como hemos visto
desempeñarse a cada quien en estos más de cuatro años, que pueda prosperar una
iniciativa tan crucial que no cuente con el aval del poder político central,
pero también nos gustaría poder escribir en un tiempo, cuanto nos equivocamos.
Aunque algunas apariciones públicas como la de por ejemplo Agustín Rossi, alter
ego de la Presidenta, parece darnos la razón.
No está dicha la última palabra pero lo
escuchado hasta ahora nos da un poco de tristeza, sobre todo por las mujeres
que seguirán muriendo en nombre de la defensa de la vida.
*Psicólogo
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