HACIA
UN NUNCA MÁS UNIVERSAL
Por Eugenia
Akopián*
(para La Tecl@
Eñe)
Monumento "Tsitsernakaberd", dedicado a los mártires, ubicado en Erevan, Armenia.
“…Las
deportaciones y excesos hacia los armenios pacíficos está aumentando y los
terribles reportes por parte de testigos demuestran que se puso en marcha una
terrible campaña de exterminio bajo el pretexto de reprimir la rebelión. Las
protestas y advertencias son inútiles y, probablemente, inciten al gobierno
otomano a tomar medidas más drásticas, ya que están decididos a negar su
responsabilidad…”
Escribió Henry Morgenthau, embajador de los
Estados Unidos en el Imperio Otomano, el 16 de julio de 1915[1]
Esto es tan sólo un fragmento de las tantas
cartas diplomáticas que fueron escritas sobre este tema. La Cruz Roja
Internacional, el Vaticano, las embajadas de Inglaterra, de Francia y de
Alemania también enviaron numerosos reportes advirtiendo sobre las matanzas en
masa y el plan de exterminio que se implementaba en el entonces Imperio
Otomano. Todas estas pruebas se encuentran hoy en los respectivos archivos
nacionales. Esta carta en particular, fue escrita hace 97 años pero lamentablemente
sigue siendo muy actual. El plan de exterminio de los armenios se llevó a cabo
y Turquía aún no lo reconoce.
Hechos históricos
Para comenzar, es necesario destacar que la
presencia de los armenios en la región del Cáucaso y Asia Menor es ancestral.
Data del siglo IX antes de Cristo, con el Reino de Urartú y, más tarde, se
extendieron por Anatolia (actual Turquía) con el Reino de Cilicia. En cambio la
llegada de las tribus selyúcidas data del siglo X / XI.
Para hablar sobre el Genocidio Armenio hay
que remontarse hasta finales del siglo XIX, principios del XX, al Imperio
Otomano, donde comenzó a gestarse el germen del odio y la destrucción. Hasta
entonces, la convivencia entre distintos pueblos había sido pacífica y los
armenios en particular, tuvieron un rol destacado en el desarrollo y progreso
de la región. Pero para esa época, ya había pasado la era dorada del Impero
Otomano, pues había perdido parte de su territorio, se había debilitado y
necesitaba afianzarse en el poder. Para ello implementó como política el panturquismo con el objetivo de
homogeneizar su territorio: lograr la unidad étnica, cultural y política. Para
poder concretarlo, el gobierno de los Jóvenes Turcos decidió poner un punto
final a la cuestión armenia, tomando como política de estado su persecución y
exterminio. De a poco, empezaron las hostilidades y asesinatos de esta minoría.
El Imperio Otomano estaba en decadencia y, como sabemos, los coletazos de un
imperialismo en decadencia pueden ser sumamente dañinos. Entre 1915 y 1923,
aprovechando que el mundo tenía sus ojos en la Primera Guerra Mundial, se puso
en marcha el plan sistemático de exterminio de los armenios, efectuando
matanzas y deportaciones masivas, saqueos e incendios de sus casas: lo que hoy
conocemos como genocidio.
El concepto de genocidio fue acuñado por Raphael Lemkin para referirse a la
matanza que sufrieron los armenios en manos del Imperio Otomano, pues no había
palabra existente que describiera el horror que se vivió durante ese período.
Luego, el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional lo tipificó como
crimen de lesa humanidad y prevé que es:
a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o
mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a
condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o
parcial;
d) Medidas destinadas a impedir nacimientos
en el seno del grupo;
e) Traslado por la fuerza de niños del grupo
a otro grupo.
Para seguir con el siniestro plan, los hombres
armenios fueron enrolados en el ejército otomano, primero fueron despojados de
sus armas y luego, asesinados. La noche del 24 de abril el ejército turco
irrumpió en la ciudad de Constantinopla y detuvo a centenares de referentes
culturales e intelectuales, líderes políticos, religiosos y sociales armenios
con el objeto de dejar sin conducción al pueblo y sin posibilidad de defensa.
Ese fue uno de los primeros pasos de la ejecución de su plan. Luego siguió la
expulsión de los armenios de sus hogares, los saqueos e incendios de las
viviendas. Con la excusa de que los iban a proteger de los efectos de la
Guerra, pedían a los pobladores armenios que dejaran sus casas y acompañaran al
ejército hacia un mejor porvenir. Lo que no sabían es que los esperaba el más
cruel de los caminos. Los obligaron a marchar por el desierto con un destino
incierto, pero con la muerte segura, sin discriminar entre hombres, mujeres,
niños o ancianos. En ese caminar morían de sed, de hambre o simplemente eran
fusilados. Tuvieron lugar los crímenes más aberrantes, entre ellos, violaciones
y asesinatos. Sin piedad decapitaban a los hombres y exhibían sus cabezas en
las plazas públicas, a modo de escarmiento. Miles de personas fueron quemadas
vivas. Ni siquiera hubo piedad con las mujeres embarazadas. En un corto plazo
el horror se apoderó del tiempo y del territorio. Concretado el siniestro plan,
el resultado sería el asesinato de más de un millón y medio de armenios y de
otras minorías religiosas del Imperio; la casi total destrucción del milenario
patrimonio arquitectónico-cultural y el abandono, la pobreza y la miseria de
los centenares de miles de refugiados, en su mayoría mujeres y niños. Estos
últimos, sin hogar y con la muerte a cuestas, se esparcieron por todo el mundo,
conformando la diáspora armenia.
Más adelante, Kemal Ataturk fundó la moderna
República de Turquía. Aquí cabe preguntarnos cuáles son los cimientos de esa
república. En este caso, son la sangre derramada de ese millón y medio de armenios,
son las casas incendiadas y saqueadas,
son las mujeres quemadas vivas, son los niños asesinados… Entonces, si no
acepta y no se hace cargo de su pasado, es imposible la construcción de un
Estado digno. Un país que no acepta su pasado, es un país que no acepta ser
quien es. Es un Estado basado en mentiras y construcciones imaginarias falsas,
que ha instruido a un pueblo con una historia que no es la propia y ha armado
un pedestal de próceres y héroes que en realidad son genocidas.
Responsabilidades
no asumidas
Estos hechos ocurrieron hace 97 años pero el
Estado Turco, sucesor del antiguo Imperio Otomano, aún no reconoce su
responsabilidad. No sólo niega lo sucedido, sino que obliga a callar puertas
adentro. El artículo 301 del Código Penal turco prevé duras penas a quienes
agravien de forma pública a la identidad nacional turca, al gobierno o a las
instituciones. De esta forma, quien se refiera al Genocidio Armenio como tal,
estará violando esta disposición. Según Amnistía Internacional, esto amenaza de
forma directa a la libertad de expresión que se consagran tanto en el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, como también en el Convenio
Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades
Fundamentales. Turquía está suscripta a ambos tratados y, por ello, es garante
de su cumplimiento.
Orhan Pamuk, reconocido escritor turco,
ganador del Premio Nobel de Literatura, fue juzgado “por insultar la identidad
turca”, desobedeciendo el mencionado artículo 301, cuando declaró públicamente
que en Turquía fueron asesinados un millón y medio de armenios. Otro caso
renombrado es el del periodista Hrant Dink, quien también fue condenado por
violar el artículo 301, nuevamente por declaraciones sobre el Genocidio
Armenio. Por supuesto que esto no fue casualidad, en otro acto de intolerancia,
Hrant Dink fue asesinado en enero de 2007.
En este punto, es importante destacar el
concepto de negacionismo; esto es,
un mecanismo de autodefensa adoptado por el estado acusado que cuestiona los
hechos sucedidos con argumentos falsos y afirma su inocencia. De esta forma,
con su postura negacionista, Turquía no sólo actualiza, sino que reproduce su
plan inicial, así volvemos a los inicios de la intención de aniquilar a todo un
pueblo. La etapa final del genocidio no son las últimas muertes, sino que es la
práctica sistemática negacionista que persiste hasta hoy. En este punto,
quisiera citar dos de los diez mandamientos que proclamó el Comité Unión y
Progreso de los Jóvenes Turcos entre diciembre de 1914 y enero de 1915, para
demostrar, una vez más, su voluntad y su plan genocida:
“5).
Aplicar medidas para exterminar a todos los varones menores de 50 años, los
sacerdotes y los maestros, dejen a las mujeres y a los niños para ser
islamizados”.
“9). Todas las acciones deben cmenzar al mismo tiempo y, por lo tanto,
no deben dejar tiempo para la preparación de medidas defensivas” [2].
Mapa con las deportaciones y matanzas del Genocidio Armenio
Argentina hoy: Capítulo aparte
Luego de la sanción de la Ley Nacional 26.199
en 2007, en nuestro país cada 24 de abril se recuerda el Día de Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos, en
conmemoración del Genocidio Armenio. Esta ley, aprobada por unanimidad en el
Congreso Nacional y, promulgada por el entonces presidente Néstor Kirchner,
significa la reivindicación de la verdad y el compromiso argentino con la
búsqueda de la verdad.
Tras diez años de investigación, presentación de pruebas y testimonios, en 2011, el Juez Federal Norberto Oyarbide resolvió que Turquía, efectivamente, había cometido genocidio contra el pueblo armenio. De esta forma, la demanda presentada por Gregorio Hairabedian en 2001, evocando las figuras de justicia universal y derecho a la verdad, dio lugar a un hecho inédito en la justicia, marcando jurisprudencia en la justicia internacional. En este punto, es necesario resaltar que no es casualidad que esto se haya dado en la Argentina, donde se llevaron adelante los juicios por la verdad y muchos genocidas fueron condenados. El contexto social y político de esta época histórica ha gestado ciertas condiciones para que los Derechos Humanos sean reivindicados y es en ese contexto que nuestro país ha dado el ejemplo.
Tras diez años de investigación, presentación de pruebas y testimonios, en 2011, el Juez Federal Norberto Oyarbide resolvió que Turquía, efectivamente, había cometido genocidio contra el pueblo armenio. De esta forma, la demanda presentada por Gregorio Hairabedian en 2001, evocando las figuras de justicia universal y derecho a la verdad, dio lugar a un hecho inédito en la justicia, marcando jurisprudencia en la justicia internacional. En este punto, es necesario resaltar que no es casualidad que esto se haya dado en la Argentina, donde se llevaron adelante los juicios por la verdad y muchos genocidas fueron condenados. El contexto social y político de esta época histórica ha gestado ciertas condiciones para que los Derechos Humanos sean reivindicados y es en ese contexto que nuestro país ha dado el ejemplo.
Algunas consideraciones finales
El crimen de genocidio es un crimen de lesa
humanidad: esto significa que nos involucra a todos. Por lo tanto, el genocidio
de los armenios, no es sólo de los armenios; el holocausto judío no es sólo de
los judíos; los genocidios latinoamericanos no son solamente de los
latinoamericanos; son de todos nosotros. Como humanos, está en nosotros
difundir los sucedidos y prevenir futuros hechos. Tampoco seamos ingenuos,
sabemos que hay intereses detrás de estos acontecimientos: las acciones son
motivadas por un determinado sistema y no ocurren porque sí. En este punto la
educación juega un rol clave. Todos los genocidios ocurridos a lo largo de la
historia están atravesados por una misma matriz ideológica. Gran parte de la
sociedad es víctima del miedo y de la represión llevada a cabo por el propio Estado, en complicidad con sectores
civiles. La solución final, la no tolerancia al otro, el odio racial son los
denominadores comunes. Para justificar su invasión a Polonia, Hitler pronunció “¿Quién recuerda hoy el exterminio de los
armenios?” De esta forma, un genocidio pasa a ser condición de producción
de otro. Para frenar el flagelo genocida necesitamos generar un estado de
conciencia superador, a base de educación. Por eso, hoy luchamos contra el
negacionismo, contra la impunidad, contra el olvido… Reivindicamos la memoria,
la verdad y la justicia y vamos hacia un nunca más universal.
*Lic. en Cs de la Comunicación de la UBA,
Dirige El Puente Comunicación
eakopian@gmail.com
[1] Carta enviada a la Secretaría de Estado en Washington el 16 de
julio de 1915 por el Embajador Morgenthau. Disponible en el Archivo Nacional de los
Estados Unidos (United States of America, National Archives and Records Administration, Records
of the Department of State).
[2] “Memorandum by the
Committee of Union and Progress outlining the strategy for implementing the
Armenian Genocide, 1914-1915”. Disponible en el Archivo
Nacional del Reino Unido (United
Kingdom, Public Record Office, Foreign Office Records)
Muy bueno!!!
ResponderEliminarMuy bueno, explicativo e informativo. Te felicito por el articulo.
ResponderEliminarBRAVO EUGE!
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