06 mayo 2012

Sociedad y Derechos Humanos/Hacia un Nunca Más Universal: A 97 años del Genocidio Armenio/ Akopián Eugenia


A 97 Años del Genocidio Armenio

HACIA UN NUNCA MÁS UNIVERSAL

Por Eugenia Akopián*
(para La Tecl@ Eñe)

 Monumento "Tsitsernakaberd", dedicado a los mártires, ubicado en Erevan, Armenia.


“…Las deportaciones y excesos hacia los armenios pacíficos está aumentando y los terribles reportes por parte de testigos demuestran que se puso en marcha una terrible campaña de exterminio bajo el pretexto de reprimir la rebelión. Las protestas y advertencias son inútiles y, probablemente, inciten al gobierno otomano a tomar medidas más drásticas, ya que están decididos a negar su responsabilidad…”
Escribió Henry Morgenthau, embajador de los Estados Unidos en el Imperio Otomano, el 16 de julio de 1915[1]


Esto es tan sólo un fragmento de las tantas cartas diplomáticas que fueron escritas sobre este tema. La Cruz Roja Internacional, el Vaticano, las embajadas de Inglaterra, de Francia y de Alemania también enviaron numerosos reportes advirtiendo sobre las matanzas en masa y el plan de exterminio que se implementaba en el entonces Imperio Otomano. Todas estas pruebas se encuentran hoy en los respectivos archivos nacionales. Esta carta en particular, fue escrita hace 97 años pero lamentablemente sigue siendo muy actual. El plan de exterminio de los armenios se llevó a cabo y Turquía aún no lo reconoce.


Hechos históricos

Para comenzar, es necesario destacar que la presencia de los armenios en la región del Cáucaso y Asia Menor es ancestral. Data del siglo IX antes de Cristo, con el Reino de Urartú y, más tarde, se extendieron por Anatolia (actual Turquía) con el Reino de Cilicia. En cambio la llegada de las tribus selyúcidas data del siglo X / XI.
Para hablar sobre el Genocidio Armenio hay que remontarse hasta finales del siglo XIX, principios del XX, al Imperio Otomano, donde comenzó a gestarse el germen del odio y la destrucción. Hasta entonces, la convivencia entre distintos pueblos había sido pacífica y los armenios en particular, tuvieron un rol destacado en el desarrollo y progreso de la región. Pero para esa época, ya había pasado la era dorada del Impero Otomano, pues había perdido parte de su territorio, se había debilitado y necesitaba afianzarse en el poder. Para ello implementó como política el panturquismo con el objetivo de homogeneizar su territorio: lograr la unidad étnica, cultural y política. Para poder concretarlo, el gobierno de los Jóvenes Turcos decidió poner un punto final a la cuestión armenia, tomando como política de estado su persecución y exterminio. De a poco, empezaron las hostilidades y asesinatos de esta minoría. El Imperio Otomano estaba en decadencia y, como sabemos, los coletazos de un imperialismo en decadencia pueden ser sumamente dañinos. Entre 1915 y 1923, aprovechando que el mundo tenía sus ojos en la Primera Guerra Mundial, se puso en marcha el plan sistemático de exterminio de los armenios, efectuando matanzas y deportaciones masivas, saqueos e incendios de sus casas: lo que hoy conocemos como genocidio.
El concepto de genocidio fue acuñado por Raphael Lemkin para referirse a la matanza que sufrieron los armenios en manos del Imperio Otomano, pues no había palabra existente que describiera el horror que se vivió durante ese período. Luego, el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional lo tipificó como crimen de lesa humanidad y prevé que es:
a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo.

Para seguir con el siniestro plan, los hombres armenios fueron enrolados en el ejército otomano, primero fueron despojados de sus armas y luego, asesinados. La noche del 24 de abril el ejército turco irrumpió en la ciudad de Constantinopla y detuvo a centenares de referentes culturales e intelectuales, líderes políticos, religiosos y sociales armenios con el objeto de dejar sin conducción al pueblo y sin posibilidad de defensa. Ese fue uno de los primeros pasos de la ejecución de su plan. Luego siguió la expulsión de los armenios de sus hogares, los saqueos e incendios de las viviendas. Con la excusa de que los iban a proteger de los efectos de la Guerra, pedían a los pobladores armenios que dejaran sus casas y acompañaran al ejército hacia un mejor porvenir. Lo que no sabían es que los esperaba el más cruel de los caminos. Los obligaron a marchar por el desierto con un destino incierto, pero con la muerte segura, sin discriminar entre hombres, mujeres, niños o ancianos. En ese caminar morían de sed, de hambre o simplemente eran fusilados. Tuvieron lugar los crímenes más aberrantes, entre ellos, violaciones y asesinatos. Sin piedad decapitaban a los hombres y exhibían sus cabezas en las plazas públicas, a modo de escarmiento. Miles de personas fueron quemadas vivas. Ni siquiera hubo piedad con las mujeres embarazadas. En un corto plazo el horror se apoderó del tiempo y del territorio. Concretado el siniestro plan, el resultado sería el asesinato de más de un millón y medio de armenios y de otras minorías religiosas del Imperio; la casi total destrucción del milenario patrimonio arquitectónico-cultural y el abandono, la pobreza y la miseria de los centenares de miles de refugiados, en su mayoría mujeres y niños. Estos últimos, sin hogar y con la muerte a cuestas, se esparcieron por todo el mundo, conformando la diáspora armenia.     

Más adelante, Kemal Ataturk fundó la moderna República de Turquía. Aquí cabe preguntarnos cuáles son los cimientos de esa república. En este caso, son la sangre derramada de ese millón y medio de armenios, son las casas incendiadas  y saqueadas, son las mujeres quemadas vivas, son los niños asesinados… Entonces, si no acepta y no se hace cargo de su pasado, es imposible la construcción de un Estado digno. Un país que no acepta su pasado, es un país que no acepta ser quien es. Es un Estado basado en mentiras y construcciones imaginarias falsas, que ha instruido a un pueblo con una historia que no es la propia y ha armado un pedestal de próceres y héroes que en realidad son genocidas.


Responsabilidades no asumidas

Estos hechos ocurrieron hace 97 años pero el Estado Turco, sucesor del antiguo Imperio Otomano, aún no reconoce su responsabilidad. No sólo niega lo sucedido, sino que obliga a callar puertas adentro. El artículo 301 del Código Penal turco prevé duras penas a quienes agravien de forma pública a la identidad nacional turca, al gobierno o a las instituciones. De esta forma, quien se refiera al Genocidio Armenio como tal, estará violando esta disposición. Según Amnistía Internacional, esto amenaza de forma directa a la libertad de expresión que se consagran tanto en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, como también en el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales. Turquía está suscripta a ambos tratados y, por ello, es garante de su cumplimiento.
Orhan Pamuk, reconocido escritor turco, ganador del Premio Nobel de Literatura, fue juzgado “por insultar la identidad turca”, desobedeciendo el mencionado artículo 301, cuando declaró públicamente que en Turquía fueron asesinados un millón y medio de armenios. Otro caso renombrado es el del periodista Hrant Dink, quien también fue condenado por violar el artículo 301, nuevamente por declaraciones sobre el Genocidio Armenio. Por supuesto que esto no fue casualidad, en otro acto de intolerancia, Hrant Dink fue asesinado en enero de 2007.
En este punto, es importante destacar el concepto de negacionismo; esto es, un mecanismo de autodefensa adoptado por el estado acusado que cuestiona los hechos sucedidos con argumentos falsos y afirma su inocencia. De esta forma, con su postura negacionista, Turquía no sólo actualiza, sino que reproduce su plan inicial, así volvemos a los inicios de la intención de aniquilar a todo un pueblo. La etapa final del genocidio no son las últimas muertes, sino que es la práctica sistemática negacionista que persiste hasta hoy. En este punto, quisiera citar dos de los diez mandamientos que proclamó el Comité Unión y Progreso de los Jóvenes Turcos entre diciembre de 1914 y enero de 1915, para demostrar, una vez más, su voluntad y su plan genocida:
5). Aplicar medidas para exterminar a todos los varones menores de 50 años, los sacerdotes y los maestros, dejen a las mujeres y a los niños para ser islamizados”.
“9). Todas las acciones deben cmenzar al mismo tiempo y, por lo tanto, no deben dejar tiempo para la preparación de medidas defensivas [2].

 Mapa con las deportaciones y matanzas del Genocidio Armenio


Argentina hoy: Capítulo aparte

Luego de la sanción de la Ley Nacional 26.199 en 2007, en nuestro país cada 24 de abril se recuerda el Día de Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos, en conmemoración del Genocidio Armenio. Esta ley, aprobada por unanimidad en el Congreso Nacional y, promulgada por el entonces presidente Néstor Kirchner, significa la reivindicación de la verdad y el compromiso argentino con la búsqueda de la verdad.
Tras diez años de investigación, presentación de pruebas y testimonios, en 2011, el Juez Federal Norberto Oyarbide resolvió que Turquía, efectivamente, había cometido genocidio contra el pueblo armenio. De esta forma, la demanda presentada por Gregorio Hairabedian en 2001, evocando las figuras de justicia universal y derecho a la verdad, dio lugar a un hecho inédito en la justicia, marcando jurisprudencia en la justicia internacional. En este punto, es necesario resaltar que no es casualidad que esto se haya dado en la Argentina, donde se llevaron adelante los juicios por la verdad y muchos genocidas fueron condenados. El contexto social y político de esta época histórica ha gestado ciertas condiciones para que los Derechos Humanos sean reivindicados y es en ese contexto que nuestro país ha dado el ejemplo.


Algunas consideraciones finales

El crimen de genocidio es un crimen de lesa humanidad: esto significa que nos involucra a todos. Por lo tanto, el genocidio de los armenios, no es sólo de los armenios; el holocausto judío no es sólo de los judíos; los genocidios latinoamericanos no son solamente de los latinoamericanos; son de todos nosotros. Como humanos, está en nosotros difundir los sucedidos y prevenir futuros hechos. Tampoco seamos ingenuos, sabemos que hay intereses detrás de estos acontecimientos: las acciones son motivadas por un determinado sistema y no ocurren porque sí. En este punto la educación juega un rol clave. Todos los genocidios ocurridos a lo largo de la historia están atravesados por una misma matriz ideológica. Gran parte de la sociedad es víctima del miedo y de la represión llevada a cabo por el  propio Estado, en complicidad con sectores civiles. La solución final, la no tolerancia al otro, el odio racial son los denominadores comunes. Para justificar su invasión a Polonia, Hitler pronunció “¿Quién recuerda hoy el exterminio de los armenios?” De esta forma, un genocidio pasa a ser condición de producción de otro. Para frenar el flagelo genocida necesitamos generar un estado de conciencia superador, a base de educación. Por eso, hoy luchamos contra el negacionismo, contra la impunidad, contra el olvido… Reivindicamos la memoria, la verdad y la justicia y vamos hacia un nunca más universal.


*Lic. en Cs de la Comunicación de la UBA, 
Dirige El Puente Comunicación 
eakopian@gmail.com 


[1] Carta enviada a la Secretaría de Estado en Washington el 16 de julio de 1915 por el Embajador Morgenthau. Disponible en el Archivo Nacional de los Estados Unidos (United States of America, National Archives and Records Administration, Records of the Department of State).

[2] “Memorandum by the Committee of Union and Progress outlining the strategy for implementing the Armenian Genocide, 1914-1915”. Disponible en el Archivo Nacional del Reino Unido (United Kingdom, Public Record Office, Foreign Office Records)

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