DESGUERRA DE MALVINAS
- LOS ILESOS Y LOS MEDIOS DE DESCOMUNICACION
- CRUZ DEL SUR, CRUZ EN EL SUR (poema)
Por Rodolfo Braceli*
(para
La Tecl@ Eñe)
Antes de un leve poema, Cruz del sur, Cruz en el Sur, una reflexión con espejo cerca, sobre
la desguerra de Malvinas. Sobre los valerosos ilesos, los medios de
descomunicación y nosotros, tan sembrados para la euforia y para confundir una
guerra con un campeonato mundial de fútbol.
Reflexión con espejo. ¿Para qué el espejo? Para
mirarnos hondo, y sin bajarnos la mirada.
Este 2 Abril del 2012 después de Cristo trae el 30 aniversario de la
desguerra de Malvinas. Y con él, una novedad: el fiscal general Javier de Lucas
solicitó a la Corte Suprema de Justicia resolver sobre si las torturas que
padecieron nuestros soldados de parte de sus corajudos oficiales, deben ser
consideradas delitos de lesa humanidad, es decir, imprescriptibles. Era hora.
Hay unas cien denuncias de ex combatientes esperando. Pregunta: cuando se los
estaqueada a la intemperie “por robar alimentos”, cuando se los torturaba, ¿a
esos muchachos se les aplicaba el “por algo será”, el “en algo andarían”?
Reanudo conceptos de hace seis años en mi columna del diario Jornada. ¿Qué
opinarían hoy nuestros militares ciudadanos, Belgrano y San Martín, si viesen
lo que pasó durante y después de la des-guerra de Malvinas? Murieron más de
seiscientas casi criaturas, en las islas y con el hundimiento del Belgrano.
Después de esa carnicería, aquí, en este mapa patrio, se suicidaron más de 400
ex soldados. Más murieron aquí que combatiendo en las islas. Mientras tanto,
los militares de mayor rango, rozagantes, todos ilesos.
Hay un planteo incómodo, pero que no podemos esquivar: los militares
gobernantes nos engañaron. Pero ya es hora de afrontar que también nosotros nos
dejamos engañar. Los medios elefantes de des-comunicación, más allá de la
censura, contribuyeron con obsceno entusiasmo para desatar el ruidoso exitismo
que después mutó en vergonzante derrotismo.
Una cosa fue la censura. Otra cosa fue la obsecuente y entusiasmada
adhesión de los des-comunicadores. Varios de ellos, estelares, famosos, hoy
siguen tallando con un descaro asombroso.
Memoria y balance: Gracias a la desgracia de esa desguerra los argentinos
estamos en esta especie de democracia que sigue siendo socavada, por ejemplo,
con el aterramiento y la sensación de fin del mundo que se siembra desde lo
mediático.
Recordemos: La mayoría de nuestros militares, luego de violar la
Constitución se dedicaron a violar las vidas y a violar las muertes, de a
miles. Como yapa robaban criaturas desde la placenta. En simultáneo, el
vaciamiento se producía bajo la tutela de un civil, un tal Martínez de Hoz que
con los años encarnaría en Domingo Cavallo y en otros exterminadores que
tuvieron su apogeo con el Señor de los Anillacos. Aquellos “valerosos”
militares de escritorio se apropiaron de un reclamo legítimo para hacer una
guerra tan criminal como grotesca. “Huyeron
hacia adelante”, dijo don Borges. Galtieri salió al balcón y alzó la
euforia de una multitud que dos días antes había sido apaleada. Galtieri, con
la sinceridad que favorece el whisky, se lo confesó a Oriana Fallaci: “Tomamos las islas, pero nunca pensamos que
la Gran Bretaña iba a mandarnos la flota”.
Pedazo de corajudo el varón. De los hielos del sur no conocía nada. De los
hielos del whisky sí.
Reconozcámoslo: con el aliento de los medios descomunicación esta desguerra
fue vivida, por gran parte de nuestra sociedad, con la banalidad de un
campeonato mundial de fútbol. Mientras tanto, adolescentes mal comidos y mal
abrigados, se retorcían de frío y de pánico. Fueron arrojados a la muerte y a
la locura. Hasta que la verdad nos cayó en la mollera, y la triunfalista
euforia patria mutó en depresión vergonzante. Nuestros muchachos volvieron
entre sombras, ninguneados, despreciados. Nuestro alimentado exitismo (desde
los medios) los marginó. Trasladamos a los ex soldados el desprecio que
merecían esos generales de sofá que entusiasmaron a la inmensa mayoría con la
complicidad de calificados periodistas.
¿Y después? Ahí están las fotos veraniegas del general Menéndez, el fugaz
gobernador de Malvinas que, tras capitular, regresó sin un raspón, sin una
curita en la frente: regresó, por supuesto, perfectamente ileso. A meses del
desastre Menéndez recorría en bermudas, del brazo de su esposa, la rambla de
Mar del Plata. Elaboraba el duelo rozagante e ileso. Qué poca vergüenza.
Y seguimos. A los centenares muertos que quedaron allá lejos, se le sumaron
otros cientos, muy ocultados: de a uno, decenas de ex combatientes se suicidaban.
No soportaban la pesadilla de una sociedad, fogoneada para el triunfalismo ,
que aquí los fusilaba con la indiferencia. La cifra de suicidas suicidados está
más cerca de los 400 que de los 300. Las noticias de estos casos fueron casi
siempre mezquinas: diez, veinte líneas, y a otra cosa. Venden más los suicidios
del jet set. Recuerdo una crónica preocupada, la que escribieron Juan Ayala y
Daniel Riera para la revista Rolling Stone (abril del 2000):
“Rosario, 22 de noviembre de 1999. Eduardo Adrián Paz subió la escalinata
que conduce a la torre central del Monumento a la Bandera. Seis tandas de siete
escalones y un descanso en cada una lo llevaron hasta el ascensor. Esperó a
quedarse solo. Buscó el mirador que da al río Paraná, forzó un barrote y se
tiró desde 70 metros. Se estrelló sobre la proa del monumento, cayó sobre esta
frase de Belgrano: ‘Cuan execrable es el ultrajar la dignidad de los pueblos
violando su Constitución’. El cuerpo quedó partido a la mitad. Paz, 38 años,
tenía seis hijos, aguardaba en noviembre del 99 que el Estado se dignara
pagarle la pensión que le correspondía.”
¿Crónica insoportable? Insoportable la realidad.
¿Para qué revolver el pasado? Para que no se nos vuelva a repetir. Para
avanzar.
Posdata. Qué
curioso, los señores y señoras tan aseñoradas, que tanto se crispan ante la
posibilidad de debatir la despenalización del aborto, jamás hablan de esos
otros “abortos posteriores”, de esas vidas jóvenes “interrumpidas”. Otra vez:
¿Qué dirían Belgrano y San Martín?
Memoremos: revisemos diarios y revistas y noticieros de hace 30 años. Hubo
censura y hubo entusiasmo obsecuente y baboso. El Golpe del 24 de marzo de 1976
fue militar y cívico. La desguerra de Malvinas también fue militar y cívica. A
esto contribuyeron los elefantes medios de descomunicaciòn.
Pero ojo al piojo: si planteamos la responsabilidad de los civiles no es
para licuar la de los militares por siempre ilesos. Los crímenes de lesa
humanidad no se fraccionan. No vale aquello de, a más cantidad menos
responsabilidad de cada uno. Tenemos que vadear el río revuelto.
El promedio de los militares de 1982 no se percataron, los muy valientes,
de que para pasar a la historia debían superar un control de alcoholemia. Y a
los civiles no se nos dio por pensar que una desguerra hecha con los cuerpos de
jóvenes ateridos es algo muy diferente a un Mundial de fútbol.
¿Y ahora? Ahora hay que seguir la lucha en estado de diplomacia. Esa lucha
exige no pisar el palito. La menor imprudencia va a servir para retardar la
caída de lo que se tiene que caer por maduro. Se trata de no claudicar a la
tentación de las euforias y el puro ruido de los estribillos. Ahora las armas
son, deben seguir siendo, otras: imaginación y paciencia, activas. En esa lucha
no estamos solos. Pero debemos avanzar caminando. Sabiendo que la imaginación
no es cobardía y sabiendo que la paciencia no es resignación, son lo contrario.
En otras palabras: que tenemos que aprender otros corajes más difíciles: el
coraje de la imaginación. Y el coraje de la paciencia.
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Sin dejar de mirarnos en el espejo, rememoremos la escena de aquel soldado
hambriento que robó una lata de dulce. Fue estaqueado a la intemperie, durante
la noche del 25 de mayo de 1982… Allí
está el estaqueado, conversando con su madre lejana. Escuchémoslo.
Cruz del Sur, Cruz en el Sur
–De espalda, de cara a todo el cielo, aquí estoy:
me han crucificado en la tierra, mamá.
Y tengo frío, tanto frío.
Hambre no me queda, estoy anegado de miedo, mamá.
Qué oscura es la noche, esta noche:
sin una estrella, sin lucero, sin nada de luna.
Si mañana es como hoy, no me despertés, mamá.
Y coséme los párpados.
¿Estás? ¿Estás ahí?
Nada, no me responde tu aliento.
Pobrecita mamá, pronto te dirán madre.
Ay, madre, madre, ¿por qué me has abandonado?
–Hijo, hijito, ya vuelvo. He
salido a buscar a la patria.
–No vayas, madre, no vayas: a la patria se la han robado.
–Los ladrones, hijo,
¿quiénes son?
–Son ellos, madre: los que miran el desfile desde el palco.
Los biencomidos los bien abrigados los bien seguros los mal nacidos.
Los que nunca se rozaron con el honor.
Los que eructan el grito sagrado.
Ellos, mamá, los siempre ilesos.
((Al estaqueado, contra la tierra tan crucificado,
ahora el cielo lo mira desde muy arriba. Pero no baja.
Lo escucha, pero no suelta palabra.
Se queda en el cielo, el cielo.
¿Indiferente o estupefacto? ¿Aterrado o acielado?
Dios se tapa la cara se tapa la mirada se tapa el horror.
Dios mío, gime Dios.))
(((Silencio y sur. Y cruz del sur. Y cruz en el sur.
La escandalosa impunidad de la nieve.
Damas y caballeros, aquí no ha pasado nada.
Como siempre.)))
Aquí no ha pasado nada. Pero a las palabras que se lleva el viento,
el mismo viento las trae. Escuchemos. Escuchemos mirándonos al espejo.
–Madre, madre, ¿por qué me has abandonado?
–Hijo, hijito, he salido a
buscar a la patria.
–Madre, te dije que no fueras, a la patria se la han robado.
–Encontraré, hijito,
encontraré la patria robada.
–Vuelve, madre, vuelve.
Pero si mañana es como este 25 de mayo de 1982,
no me despertés.
Y coséme los párpados.
*Escritor y Periodista
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